domingo, 28 de abril de 2013

nido de malicia, etc.


Espoleó también su cabalgadura, y cuando estuvo junto a mí se entretuve lanzando al aire mañanero las imprecaciones celebérrimas del Alighieri contra la ciudad que lo había desterrado.

-¡Nido de malicia-gritó-, mala selva, ciudad de avaricia y de orgullo, ingrata, inestable, planta del Demonio!

Y levantando más la voz todavía:

-¡Zorro inmundo, loca, mujer ebria de ira, oveja sarnosa que infecta al rebaño!

                “Bomarzo”, Manuel Mujica Lainez

sábado, 27 de abril de 2013

O cuando todas las noches... todos los muertos se emborrachan...


O cuando todas las noches –por pereza, por avaricia- volvía a soñar el mismo sueño: un camino color ceniza, llano, que corre a andadura de río entre dos muros más altos que la estatura de un hombre; luego se quiebra, se precipita en el vacío. Al asomarse a este punto desde una balaustrada de piedra volcánica, no desprende rumor o claridad alguno, pero me sorprende una frescura de pozo, y con ella el éxtasis de que sólo un irrisorio peaje acabe por separarme… ¿de qué? No me cansaba de preguntármelo, sin que bastara, no obstante, la impaciencia para despertarme; por el contrario, en un estado de desdoblada vitalidad, cada vez más arrebujado dentro de las maternas mucosas de las sábanas, y no por ello menos suelto y elástico, comenzaba a introducirme de gruta en gruta, teniendo por único asidero unos matorrales de yerbajos y algunas rocas resquebrajadizas, hasta el fondo del embudo, donde, entre paredes de cantera, crecían confusamente unos árboles (de los árboles sólo alcanzaba a soñar los nombres, y he tardado en aprender a incorporar las formas a los nombres).
                 Inicio de “Perorata del apestado”, Gesualdo Bufalino




Todos los muertos se emborrachan con la vieja y fría lluvia

En el extraño cementerio de Lofoten

El reloj del deshielo hace tic tac en la lontananza

Hasta el corazón de los pobres ataúdes de Lofoten

Y gracias a los agujeros abiertos por la negra primavera

Los cuervos se ceban con fría carne humana

Y gracias al tenue sonido de la voz de un niño

El sueño es dulce para los muertos en Lofoten

Probablemente no veré jamás

Ni el mar, ni las tumbas de Lofoten

Y sin embargo están en mí, como nunca,

Este lejano rincón de tierra y todas sus penas

Vosotros desaparecidos, vosotros suicidas, vosotros lejanos

al extraño cementerio de Lofoten

- El nombre resuena en mis oídos - tan lejano, tan dulce.

Dime, en verdad: ¿ duermes, duermes?

Podrías contarme cosas mucho más divertidas

Mirífica claridad, de la que mi copita de plata esté llena

De las historias más encantadoras y menos locas

Déjame tranquilo con tu Lofoten

Hace buen tiempo. En el fogón dulcemente se pasa

La voz del más melancólico entre los meses

¡Ah! Los muertos, incluso ahí los de Lofoten

Los muertos, en el fondo los muertos están menos muertos que yo.
 
                                       Milosz

domingo, 21 de abril de 2013

ecos a las esperas que lo asedian, poco fiable el papel

Es Helene Hanff quien, en un diario anexo a su inolvidable 84 Charing Cross Road, exclama: “Mi problema es que, mientras que otros leen cincuenta libros, yo leo un libro cincuenta veces”. El lector es cualquier persona que busque en los libros, confusamente o con determinación, respuestas a las preguntas que se plantea y a las que no se plantea, ecos a las esperas que lo asedian.
                La sabiduría del editor, Hubert Nyssen
 
Rogelio Segundo de Sicilia, que, hacia 1102, mandó volver a transcribir en pergamino las actas oficiales “porque habían sido redactadas en papel”, considerado poco fiable y muy perecedero, como nos explicó Pierre Aubé.
                La sabiduría del editor, Hubert Nyssen
 
Goliarda Sapienza

sábado, 20 de abril de 2013

Porque cada uno se gasta su dinero en lo que le da más placer, mercancía

¿Por qué considera peligrosa la edición digital?
Por la misma razón que los aficionados a los vinos aprecian más el Cháteau Mouton en su botella que el cháteau-carton en su práctico envase. Por igual razón que mis amigos preferían el caldo de buey que hacía en su casa Marlene Dietrich a las pastillas que disolvá en el agua Marilyn Monroe. Porque cada uno se gasta su dinero en lo que le da más placer. Y a mí me gusta el papel, y ls librerías, y los encuadernadores y el oficio de impresor. Cuando uno deja de ir al mercado deja de pertenecer al pueblo.
                De la entrevista de Antonio Fontana a Mauricio Wiesenthal en ABC cultural 20-4-2013.
 
En la calle de la Montagne-Sainte-Geneviéve, en París, o en la calle de Docteur-Fanton, en Arlés, cuando vuelvo de uno de mis dos hogares, me retraso en el escaparate de un vendedor de vinos y me digo a mí mismo que en ese mundo se ha guardado una sangre fría que muchos editores han perdido. Las etiquetas de las botellas están a menudo adornadas con un grabado que evoca los viñedos, pero el caldo y su origen son las primeras informaciones que capta la mirada. Al contrario, en los libros, y por el choque de las imágenes, el nombre del autor y el título son hoy día a menudo menos visibles que sus promesas de ser de excelente calidad. Y cuando abrimos estos libros se confirma la impresión de estar delante de una mercancía…      
 La sabiduría del ditor, Hubert Nyssen

para poner en orden... para poder leer...

En una recopilación reciente (Les idées des autres), Simon Leys exhumaba y subrayaba una frase de Thomas Mann: “Un escritor es un hombre que, más que cualquier otro, es de la opinión que resulta difícil escribir”. En lo que a mí se refiere, a menudo cito las palabras de Blaise Cendrars (en El hombre fulminado): “Escribir es quemarse vivo, pero también es renacer de las cenizas”. Y, más aún, las de León-Paul Fargue, que fueron encontradas un día, traducidas poco tiempo después y nunca recobradas: “Escribo para poner en orden mi sensualidad”. Dos modos de mostrar que la escritura procede de la alquimia: transmutar el plomo en oro, el afecto en palabras. O más aún, para medir la distancia entre el pragmatismo del ambicioso chupatintas y la inquietud del auténtico escritor me acuerdo de la humilde confesión de Claude Roy: “Escribo para poder leer lo que no sabía que iba a escribir”.
                Pg. 36 y 37 “La sabiduría del editor”, Hubert Nyssen

un checheno, un ingush y un daguestaní



Dzhojar Tsarnaev, de apenas 19 años
En su página Facebook, dice hablar ruso y checheno, además de inglés, e indica que su visión del mundo es la del “Islam” y sus prioridades personales son “carrera y dinero”.
Dzhojar sí tenía amigos. Erin Mecado, un joven de Boston, lo definió el viernes como un “buen amigo” y recordó que trabajaba como salvavidas en la universidad de Harvard, en declaraciones a CNN.
Su último post en Vkontakte antes de cometer el atentado era un chista sobre la mala fama que tienen en Rusia los norcaucásicos. En un coche viajan un checheno, un ingush y un daguestaní. La pregunta es quién conduce. La respuesta es la Policía.
El padre de Dzhojar Tsarnáyev, Anzor Tsarnáyev, dice su hijo es "un estudiante de medicina inteligente" y "un verdadero ángel

jueves, 18 de abril de 2013

Son Of A Preacher Man

 
'El Quixot és la traducció d'una obra catalana, d'en Joan Miquel Servent'

http://www.inh.cat/articles/-El-Quixot-es-la-traduccio-d-una-obra-catalana-d-en-Joan-Miquel-Servent-

give me time


Denme tiempo, pidió él a ese corro de ídolos de la isla de Pascua que lo perseguía con un amor ferozmente desencantado, denme tiempo y seré exactamente lo que ustedes desean como ustedes desean, serio, compuesto, consecuente, adulto, servicial, simpático, modosito, mínimamente ambicioso, siniestramente alegre, tenebrosamente poco ingenuo y definitivamente muerto, denme tiempo, give me time

Only give time
                Time to recall them
                               Before I shall speak out.
Give me time
                Time.
When I was a boy
                I kept a book
                               To which from time
To time,


                Pg-139-140 Memoria de elefante, Lobo Antunes

miércoles, 17 de abril de 2013

Dylan Thomas, ese rival difunto

Dylan Thomas fue el tipo de quien he tenido más celos hasta hoy, pensó el psiquiatra abandonando el automóvil a la sombra protectora de un autobús de turistas, cuyo conductor explicaba a un taxista maravillado los méritos íntimos de las francesas de cierta edad, capaces de volver el coito leve y de fácil digestión como un soufflé de espárragos. Odié desesperadamente a Dylan Thomas y los poemas tumultuosamente convincentes con los que ese gordo borracho pelirrojo viajaba contigo a países interiores a los que yo no tenía acceso, vecinos de los sueños de los que me llegaban ecos atenuados a través de las palabras sueltas que masticabas con un éxtasis de sirena náufraga. Odié a Dylan Thomas sin que lo supieses siquiera, dijo el médico caminando sobre el césped húmedo de la noche hacia el combés del Casino y sus tripulantes disfrazados de caballerizos majestuosos cambiando ceniceros con gestos lentos de vestales, odié a ese rival difunto venido de la neblina de las islas del norte con una sonrisa de corsario pensativo en las mejillas inocentes, ese cabrón galés que reventaba los gruesos diques del lenguaje con venteadas frases llenas de campanas y de crines, ese amante de espuma, ese fantasma con pecas, ese hombre que vivía en una botella de whisky como los barcos de los coleccionistas, ardiendo en su llama de alcohol con dolorosa gracia de fénix refractaria…
                Pg. 134 Memoria de Elefante, Lobo Antunes

sábado, 13 de abril de 2013

Qué triste debe de ser esta casa a las tres de la tarde

Y me acordé de una persona que me contaba que, de pequeña, su madre la llevaba a hacer visitas en una época en que las mujeres se relacionaban unas con otras con delicadezas excesivas de puntillas; y entonces ella entraba en casas ásperas pobladas de grandes relojes y de pianos con candelabros donde la música se inclina temblando en la dirección del viento, oía los lamentos de las señoras ahogadas por el damasco de las cortinas y los suspiros de los muertos en los retratos de la pared, y pensaba: Qué triste debe de ser esta casa a las tres de la tarde…
                Pg. 119. Memoria de elefante, Lobo Antunes
 
Toda la vida, antes de la enfermedad y durante la enfermedad, mi madre nos contaba y nos contaba
-Escuchen esto
que de pequeña mi abuela acompañaba a mi bisabuela a visitar a señoras que viván en pisos antiguos en la parte antigua de Lisboa, salones y pasillos en una penumbra perpetua en la que las platas y las lozas la seguían y mi abuela con diez u once años pensando
-Qué triste debe de ser esta casa a las tres de la tarde…
                Inicio de “Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar”, Lobo Antunes

jueves, 11 de abril de 2013

Quién navega de bolina en tu vientre, un étranger


¿Con quién vendrás aquí?, se preguntaron los celos encendidos del psiquiatra. ¿De qué conversarás, con quién te acostarás en camas que desconozco, quien te aprieta con sus manos lo enjuto de las caderas? ¿Quién ocupa el lugar que fue el mío, que es aún el mío en mí, espacio de ternura de mis besos, liso combés para el mástil de mi pene? ¿Quién navega de bolina en tu vientre?
                Memoria de elefante, Lobo Antunes
 
Un étranger
Produce cierta melancolía,
una tristeza decadente -literaria sin duda-
como algunas canciones de entreguerras
o páginas perdidas de Drieu La Rochelle,
ver a un hombre solo, apartado y distante,
en la barra de un bar con decorado internacional.
En esa imprecisa edad, tan imprecisa como la luz del ambiente,
en que ya no es joven ni viejo todavía
pero lleva en sus ojos marcada su derrota
cuando con estudiado gesto enciende un cigarrillo.
Las muchas canas y las muchas camas,
un indudable estómago que la camisa inglesa apenas disimula,
el temblor, no demasiado visible, de su mano en un vaso,
son parte del naufragio, resaca de la vida.
Un hombre que espera ¿quién sabe qué?
y aspirando el humo, mira con declarada indiferencia
las botellas enfrente, los rostros que un espejo refleja,
todo con la especial irrealidad de una fotografía.
y es aún, algo más triste, un hondo suspiro reprimido,
ver al fondo del vaso -caleidoscopio mágico-
que ese hombre eres tú irremediablemente.
No queda entonces sino una sonrisa: escéptica y lejana,
-aprendida muy pronto y útil años después-
de un largo trago acabar la bebida,
pagar la cuenta mientras pides un taxi
y decirte adiós con palabras banales.

"Antes que llegue la noche" 1985, Juan Luis Panero

martes, 9 de abril de 2013

iglú, Paul Simon, we were married on a rainy day...

Resignado a la trinchera de la cafetería, cuya máquina de café relinchaba vapor por los ollares impacientes de purasangre de aluminio, apoyó los codos en el iceberg eléctrico del arca frigorífica como un esquimal abrazado a su iglú, y siguió esperando al lado de un mendigo sin piernas, sentado en una manta, que extendía dos dedos a la altura de las rodillas ajenas…
 
El futuro en panavisión se extendía frente a él, real e irreal como una historia de hadas alfombrada por la voz de Paul Simon:
We were married on a rainy day
The sky was yellow
And the grass was grey
We signed the papers
And we drove away
I do it for your love…


We were married on a rainy day
The sky was yellow
And the grass was gray
We signed the papers
And we drove away
I do it for your love

The rooms were musty
And the pipes were old
All that winter we shared a cold
Drank all the orange juice
That we could hold
I do it for your love

Found a rug
In an old junk shop
And I brought it home to you
Along the way the colors ran
The orange bled the blue

The sting of reason
The splash of tears
The northern and the southern
Hemisphere
Love emerges and it disappears
I do it for your love
I do it for your love

Nos casamos en un día lluvioso


El cielo era de color amarillo

Y la hierba era de color gris

Hemos firmado los papeles

Y nos alejamos

Lo hago por tu amor

Las habitaciones olían a rancio

Y las tuberías eran viejas

Todos los que compartimos un invierno frío

Bebió todo el jugo de naranja

Que podríamos tener

Lo hago por tu amor

Encontró una alfombra

En una tienda de trastos viejos

Y lo traje a casa para

En el camino los colores corrió

El sangrado de color naranja al azul

El aguijón de la razón

El chapoteo de las lágrimas

El norte y el sur de la

Hemisferio

El amor surge y desaparece

Lo hago por tu amor

Lo hago por tu amor


domingo, 7 de abril de 2013

si el hombre pudiera decir lo que ama...


Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.


Si el hombre pudiera decir lo que ama... ``Los placeres prohibidos´´ (1931)

es muy arrogante pensar que tienes algo que decir

Entrevista en el diario El Pais

La excéntrica clase media de Anne Tyler

 
PREGUNTA. ¿Cómo ha evolucionado su trabajo como escritora?
RESPUESTA. Cuando era joven intentaba eso de “déjame que te cuente cómo me siento o qué pienso sobre esto o lo otro”, pero es muy arrogante pensar que tienes algo que decir. Las cosas cambiaron cuando descubrí que escribir una novela es la manera de vivir la vida de otra persona. Se trataba menos de ponerme yo por delante y más de entrar en otra gente. Empezó a ser realmente divertido. Sentía, y siento ahora a los 71 años, que hay algo adictivo en todo esto. No puedo ni pensar en renunciar a ello.
 
 

Perry Mason, ecuaciones de segundo grado, existir solo en el pasado

 
-Hola –dijo el médico en el tono con que Picasso debió de haberse dirigido a su paloma.
Las cejas de la muchacha pelirroja se juntaron una con otra hasta formar el acento circunflejo del tejado de un quiosco que las ramas de plátano de los mechones sueltos tocaban levemente:
-No sabía yo que los dolores de muelas hablaban –dijo ella. Tenía el timbre de voz que uno imagina en Marlene Dietrich en su juventud.
-No me duele ninguna muela porque las tengo todas postizas –informó el médico-. Solo vengo a cambiarlas por barbas de tiburón para tragar mejor los peces del acuario de mi madrina.
-Yo he venido a asesinar al dentista –declaró la muchacha pelirroja-Acabo de descubrir la receta en Perry Mason.
En la etapa del instituto resolvías exactamente en un santiamén las ecuaciones de segundo grado, pensó el psiquiatra, a quien asustaban las mujeres pragmáticas: su dominio había sido siempre el del sueño confuso y divagante, sin tabla de logaritmos que lo descodificase, y le costaba hacerse a la idea de una ordenación geométrica de la vida, dentro de la cual se sentía desorientado como hormiga sin brújula. De ahí su sensación de existir solo en el pasado y de que los días se deslizasen marcha atrás como los relojes antiguos, cuyas agujas se desplazan al revés en busca de los difuntos de los retratos, lentamente aclarados por el resucitar de las horas…
     Memoria de elefante, Lobo Antunes

sábado, 6 de abril de 2013

prehistórico... soltando vahos

  El psiquiatra se sintió de repente prehistórico junto a esos seres cuyos ojos oblicuos eran lentes de Leika y cuyos estómagos habían sido sustituidos por carburadores de Datsun, para siempre libres de accesos de acidez y de gases que oscilaban entre el suspiro y el eructo: no sé si son borborigmos o tristeza, pensaba muchas veces cuando se le hinchaba el pecho y le llegaba a la boca el globo de un chicle sin chicle evaporándose por los labios con un silbidito de cometa, y atribuía por comodidad al esófago lo que en realidad provenía de la confusión de su angustia.
                Memoria de elefante, Lobo Antunes
 
... ¿quién era capaz de ofrecerse a sí mismo de sí mismo el perfil propio de un gimnasta rumano inmóvil en el aire en un ejercicio de anillas, soltando vahos de polvo de talco de los sobacos de Tarzán?
                Memoria de elefante, Lobo Antunes
 

Melibeo soy

Decíamos ayer...
 
Enamoramiento: la persona que se convierte en proyecto
El presente texto es parte de la transcripción de una conferencia dictada por don Julián Marías,
 
Y hay un texto particularmente interesante que es que cuando exagera Calisto, cuando dice que es Dios, su amada Melibea es Dios, su criado le dice: “pero tu no eres cristiano”. Y dice: “¿Yo, cristiano? Yo, melibeo soy, en Melibea creo, a Melibea amo.” Melibeo soy...: toma el nombre como equivalente de cristiano para ser Melibeo. Es decir, La Celestina es la historia de los amores de Calisto y Melibea – yo diría de Melibea y Calisto, porque Melibea es más importante, sin duda ninguna. La Celestina es un personaje que procede de la comedia latina, de la comedia medieval y es un personaje tópico, no es propiamente un personaje sino antes un caso. Y este texto en que dice que “melibeo soy, en Melibea creo, a Melibea amo” es justamente la expresión exagerada, extremada, vehemente, apasionada de ese amor único porque se ha convertido Melibea en su proyecto – esto es lo característico.
Y por tanto plantea un problema antropológico: ¿Cómo es posible el enamoramiento? ¿Cómo es posible que una persona sea proyecto de otra? Lo demás es normal, es perfectamente comprensible: proyectarse en la amistad, en el amor..., hay una proyección posible de odio etc. Pero que esa persona sea mi proyecto, que forme parte de mi realidad y por tanto yo no sea él que era hace algún tiempo, antes del enamoramiento, sino otra persona distinta – esto es algo absolutamente nuevo, que plantea un problema no ya típico, no ya puramente sentimental, sino un problema antropológico. ¿Cómo es posible esto?
En uno de mis libros más recientes, he dicho que hay un principio físico, universal, general y muy importante que es la impenetrabilidad de los cuerpos y hay un fenómeno contrario que es la interpenetración de las personas: las personas pueden estar interpenetradas. Una persona puede estar habitada por otras. Este fenómeno que es el inverso de la impenetrabilidad de los cuerpos: este micrófono está encima de la mesa, no puede estar en la mesa, dentro de la mesa... no puede estar, se excluye. Son impenetrables, todos los cuerpos son impenetrables. En cambio las personas no: las personas permiten la interpenetración. Y esto es una forma de admiración de una por otra. Y uno de los casos particulares es el enamoramiento, que plantea, repito, un problema antropológico, puramente antropológico.
Esto tiene consecuencias decisivas para las personas, para la persona enamorada, para la persona de quien alguien está enamorado, porque altera su realidad: no ya sus actos, su conducta, sus sentimientos, sino su misma realidad. Lo cual plantea un problema rigurosamente personal. Esto, claro, es lo que, en definitiva, en esta forma que les digo en que predomina la intensidad, la saturación, de las situaciones humanas, de las relaciones humanas, es el origen de esa actitud menos radical, más amplia, más posiblemente compartida, que es el amar, la proyección amorosa – que hace que haya una especie de vigencia social y una actitud de difusión.
 

Me llevaría las llamas


¿Salvaría alguno de sus libros? ¿Y de quién sería, de John Banville o de Benjamín Black?
Alguien le preguntó una vez a Cocteau qué se llevaría de su casa en llamas, su gato o su manuscrito. Él respondió: “Me llevaría las llamas”. Yo haría lo mismo.
De la entrevista publicada en el ABC cultural hoy 6 de Abril de 2013, por Antonio Fontana, a propósito de la publicación de “Venganza”, de Benjamin Black, álter ego de John Banville.

jueves, 4 de abril de 2013

Con el tenedor en ristre


… Con el tenedor en ristre, el médico se sintió ternero amarrado al pesebre que compartía con otros terneros, todos aprisionados por la tiranía de sus ocupaciones, sin tiempo para la alegría y la esperanza…
    Memoria de elefante, Lobo Antunes


por el ombligo de la morfina

-Estoy tocando el fondo del fondo –continuó el psiquiatra-, y no
 estoy seguro de poder salir de este barrizal. Ni siquiera estoy
 seguro de que haya alguna salida para mí, ¿entiendes? A veces oía
 hablar a los pacientes y pensaba en cómo aquel tipo o aquella tipa
 se metían en el pozo y yo no veía la forma de sacarlos de ahí
 debido al poco alcance de mi brazo. Como cuando de estudiantes
 nos mostraban a los cancerosos en las enfermerías aferrados al
 mundo por el ombligo de la morfina. Pensaba en la angustia de
 aquel tipo o de aquella tipa, sacaba remedios y palabras de
consuelo de mi espanto, pero nunca pensé que un día llegaría a
 engrosar esas filas porque yo, joder, tenía fuerza. Tenía fuerza
: tenía mujer, tenia hijas, el proyecto de escribir, cosas concretas,
 boyas para mantenerme a flote. Si la ansiedad me acuciaba un
 poco, por la noche, ¿sabes?, iba a la habitación de las niñas, a
 aquel desorden de trastos infantiles, las veía dormir, me serenaba:
 me sentía apuntalado, ah, apuntalado y a salvo. Y de repente,
 carajo, mi vida se volvió del revés, me vi como una cucaracha
 patas arriba, sin apoyos… 
 
Lo que desde el principio quise darle, quiero darle, la ternura,
 ¿entiendes?, sin egoísmo, la vida cotidiana sin rutina, la entrega
absoluta de un vivir compartido, total, cálido y sencillo como un
 polluelo en la mano, animal pequeño asustado y trémulo,
 nuestro…
 

miércoles, 3 de abril de 2013

se reirán... en urgencias... obsérveme bien


Epitafios

 de Gogol “Se reirán de mis amargas palabras”,

de Yorick, en Tristram Shandy: Ay, pobre Yorick




 


Se diría que en Urgencias los internos con pijama flotaban
 en la claridad de las ventanas como viajeros submarinos
entre dos aguas, con gestos ralentizados por el peso de
toneladas de las medicinas.
      Memoria de elefante, Lobo Antunes

-Usted se encuentra (obsérveme bien), para su felicidad y para mi
infelicidad, ante el mayor espeleólogo de la depresión: ocho mil
metros de profundidad oceánica de la tristeza, negrura de aguas
gelatinosas sin vida salvo algún que otro repugnante monstruo
sublunar con antenas, y todo esto sin batiscafo, sin escafandra, sin
oxígeno, lo que significa, obviamente, que agonizo.
 
     Memoria de elefante, Lobo Antunes

martes, 2 de abril de 2013

si me sofoco

… Te amo tanto que no sé amarte, amo tanto tu cuerpo y lo que en ti no es tu cuerpo que no comprendo por qué nos perdemos si a cada paso te encuentro, si siempre al besarte besé más que la carne de la que estás hecha, si nuestro matrimonio se consumió de juventud como otros de vejez, si después de ti mi soledad se acrecienta con tu olor, con el entusiasmo de tus proyectos y con la redondez de tus nalgas, si me sofoco con la ternura de la que no logro hablar, aquí en este momento, amor, me despedido y te llamo sabiendo que no vendrás y deseando que vengas del mismo modo que, como dice Molero, un ciego espera los ojos que encargó por correo.
                Memoria de elefante, Lobo Antunes

Gino Vannelli