domingo, 20 de octubre de 2013

clave oculta


En Like you know it all, un director de cine, invitado a participar como jurado en el festival de una pequeña ciudad coreana, se encuentra allí con un viejo amigo, a la sazón director frustrado. Al día siguiente, la amistad se habrá roto ante la ¿evidencia o apariencia? De una ¿violación de, o aventura con? La mujer del susodicho. Las elipsis nos obligan a reordenar todos los datos de una secuencia que, para más inri, incluye un sueño imposible de distinguir de la vigilia. Pero lo más llamativo es que el propio personaje, a pesar de ser partícipe de lo sucedido, sabe tanto como nosotros, es decir, muy poco. Cierto motivo recurrente nos puede dar una pista: en dos ocasiones, el cineasta aparece dormido en las sesiones del festival a las que asiste. ¿Por qué no ver en el chiste una ladina “clave oculta” del film, y quizás de todo el cine de Hong? Pensemos que la película ante la cual el personaje parece haberse quedado dormido es más bien esta misma que protagoniza. Extraviado en las elipsis, como un espectador despistado o perezoso, no la puede comprender porque no la ha visto entera…

             Luis Miranda, cronocomedias (Especial Hong Sangsoo)

sábado, 12 de octubre de 2013

el aro mora de la calva reluciente


Y ahí estaba… por fin, a sólo unos centímetros de su nariz ese bebé en pañales rezumando a detergente. Ese músculo tan deseado de Carlos durmiendo tan inocente, estremecido a ratos por el amasijo delicado de su miembro yerto. En su cabeza de loca dudosa no cabía la culpa, éste era un oficio de amor que alivianaba a esa momia de sus vendas. Con infinita dulzura deslizó la mano entre el estómago y el elástico del slip, hasta tomar como una porcelana el cuerpo tibio de ese nene en reposo. Apenas lo acunó en su palma y lo extrajo a la luz tenue de la pieza, desenrollando en toda su extensión la crecida guagua-boa, que al salir de la bolsa, se soltó como un látigo. Tal longitud excedía con crecer lo imaginado, a pesar de lo lánguido, el guarapo exhibía la robustez de un trofeo de guerra, un grueso dedo sin uña que pedía a gritos una boca que anillara su amoratado glande. Y la loca así lo hizo, sacándose la placa de dientes, se mojó los labios con saliva para resbalar sin trabas ese péndulo que campaneó en sus encías huecas. En la concavidad húmeda lo sintió chapotear, moverse, despertar, corcoveando agradecido de ese franeleo lingual. Es un trabajo de amor, reflexionaba al escuchar la respiración agitada de carlos en la inconsciencia etílica. No podría ser otra cosa, pensó al sentir en el paladar el pálpito de ese animalito recobrando la vida. Con la finura de una geisha, lo empuñó extrayéndolo de su boca, lo miró erguirse frente a su cara, y con la lengua afilada en una fecha, dibujó con un cosquilleo baboso el aro mora de la calva reluciente. Es un arte de amor, se repetía incansable, oliendo los vapores de macho etrusco que exhalaba ese hongo lunar. Las mujeres no saben de esto, supuso, ellas sólo lo chupan, en cambio las locas elaboran un bordado cantante en la sinfonía de su mamar. Las mujeres succionan nada más, en tanto la boca-loca primero aureola de vaho el ajuar del gesto. La loca sólo degusta y luego trina su catadura lírica por el micrófono carnal que expande su radiofónica libación. Es como cantar, concluyó, interpretarle a Carlos un himno de amor directo al corazón. Pero nunca lo sabrá, le confidenció con tristeza al muñeco que tenía en su mano, y la miraba tiernamente con su ojo de cíclope tuerto. Carlos, tan borracho y dormido, nunca se va a enterar de su mejor regalo de cumpleaños, le dijo al títere moreno besando con terciopela suavidad el pequeño agujero de su boquita japonesa. Y en respuesta, el mono solidario le brindó una gran lágrima de vidrio para lubricar el canto reseco de su incomprendida soledad.

Ansiedad de tenerte en mis brazos,

Musitando palabras de amor.

Ansiedad de tener tus encantos

Y en la boca volverte a besar.

 

            Pg. 99-100 “Tengo miedo torero”, Pedro Lemebel
 

jueves, 10 de octubre de 2013

a vitrinear


Pocas veces salía a la calle, a vitrinear como decían sus amigas que vivían al otro extremo de la ciudad. La Lupe, la Fabiola y la Rana, sus únicas hermanas colas que arrendaban un caserón por Recoleta, cerca del Cementerio General, en ese barrio polvoriento lleno de conventillos, pasajes y esquinas con botillerías donde hacían nata los hombres, los jóvenes pobladores que pasaban todo el día borrachos avinagrándose al sol. Así de ebrios, y sin un peso, era ácil para sus amigas arrastrarlos hasta el caserón, y luego adentro, rebalsarlos de vino tinto y terminar las tres a poto pelado compartiendo las caricias babosas del caliente hombrón. No sabes lo que te pierdes, linda, por no venir más seguido, le enrostraba la Lupe, la más joven del trío, una negra treintona y chicha fresca, la única a la que todavía le daba por hacer show y vestirse como la Carmen Miranda con una minifalda de plátanos que zangoloteaba en la cara de los rotos curados para despertarlos. La Lupe hacía de anzuelo, levantaba hombres tirados en la verea, hombres vagabundos expulsados de su hogar, hombre cesantes que vagaban en la noche ocultándose de las patrullas, hombres del Sur que llegaban a la capital con lo puesto, y después de caminar semanas enteras buscando pega y durmiendo en las plazas, se encontraban con la Lupe, y sin pensarlo, se encaminaban con ella por Recoleta hasta la casa donde aguardaban tejiendo la Fabiola y la Rana, las dos viejas colizas jubiladas del patín…
 
                Pg. 72-73, Tengo miedo torero. Pedro Lemebel
 
 

miércoles, 9 de octubre de 2013

el espectador medio

… El espectador medio es, por así decirlo, la coartada tras la que se ocultan la falta de talento o, con más frecuencia la carencia de escrúpulos. En su nombre se perpetran las más incalificables agresiones a su propia libertad, escudándose, la mayoría de las veces, en un paternalismo de la peor ley…
                Pg. 49 El cine, arte e industria. Salvat editores 1973
Marco Ferreri sur le tournage de Rêve de singe (1978)

domingo, 6 de octubre de 2013