domingo, 27 de octubre de 2013
domingo, 20 de octubre de 2013
clave oculta
En
Like you know it all, un director de cine, invitado a participar como jurado en
el festival de una pequeña ciudad coreana, se encuentra allí con un viejo
amigo, a la sazón director frustrado. Al día siguiente, la amistad se habrá
roto ante la ¿evidencia o apariencia? De una ¿violación de, o aventura con? La mujer
del susodicho. Las elipsis nos obligan a reordenar todos los datos de una secuencia
que, para más inri, incluye un sueño imposible de distinguir de la vigilia.
Pero lo más llamativo es que el propio personaje, a pesar de ser partícipe de
lo sucedido, sabe tanto como nosotros, es decir, muy poco. Cierto motivo
recurrente nos puede dar una pista: en dos ocasiones, el cineasta aparece
dormido en las sesiones del festival a las que asiste. ¿Por qué no ver en el chiste
una ladina “clave oculta” del film, y quizás de todo el cine de Hong? Pensemos
que la película ante la cual el personaje parece haberse quedado dormido es más
bien esta misma que protagoniza. Extraviado en las elipsis, como un espectador
despistado o perezoso, no la puede comprender porque no la ha visto entera…
sábado, 12 de octubre de 2013
el aro mora de la calva reluciente
Y
ahí estaba… por fin, a sólo unos centímetros de su nariz ese bebé en pañales
rezumando a detergente. Ese músculo tan deseado de Carlos durmiendo tan
inocente, estremecido a ratos por el amasijo delicado de su miembro yerto. En
su cabeza de loca dudosa no cabía la culpa, éste era un oficio de amor que
alivianaba a esa momia de sus vendas. Con infinita dulzura deslizó la mano
entre el estómago y el elástico del slip, hasta tomar como una porcelana el
cuerpo tibio de ese nene en reposo. Apenas lo acunó en su palma y lo extrajo a
la luz tenue de la pieza, desenrollando en toda su extensión la crecida guagua-boa,
que al salir de la bolsa, se soltó como un látigo. Tal longitud excedía con
crecer lo imaginado, a pesar de lo lánguido, el guarapo exhibía la robustez de
un trofeo de guerra, un grueso dedo sin uña que pedía a gritos una boca que
anillara su amoratado glande. Y la loca así lo hizo, sacándose la placa de
dientes, se mojó los labios con saliva para resbalar sin trabas ese péndulo que
campaneó en sus encías huecas. En la concavidad húmeda lo sintió chapotear,
moverse, despertar, corcoveando agradecido de ese franeleo lingual. Es un
trabajo de amor, reflexionaba al escuchar la respiración agitada de carlos en
la inconsciencia etílica. No podría ser otra cosa, pensó al sentir en el
paladar el pálpito de ese animalito recobrando la vida. Con la finura de una
geisha, lo empuñó extrayéndolo de su boca, lo miró erguirse frente a su cara, y
con la lengua afilada en una fecha, dibujó con un cosquilleo baboso el aro mora
de la calva reluciente. Es un arte de amor, se repetía incansable, oliendo los
vapores de macho etrusco que exhalaba ese hongo lunar. Las mujeres no saben de
esto, supuso, ellas sólo lo chupan, en cambio las locas elaboran un bordado
cantante en la sinfonía de su mamar. Las mujeres succionan nada más, en tanto
la boca-loca primero aureola de vaho el ajuar del gesto. La loca sólo degusta y
luego trina su catadura lírica por el micrófono carnal que expande su
radiofónica libación. Es como cantar, concluyó, interpretarle a Carlos un himno
de amor directo al corazón. Pero nunca lo sabrá, le confidenció con tristeza al
muñeco que tenía en su mano, y la miraba tiernamente con su ojo de cíclope
tuerto. Carlos, tan borracho y dormido, nunca se va a enterar de su mejor
regalo de cumpleaños, le dijo al títere moreno besando con terciopela suavidad
el pequeño agujero de su boquita japonesa. Y en respuesta, el mono solidario le
brindó una gran lágrima de vidrio para lubricar el canto reseco de su
incomprendida soledad.
Ansiedad
de tenerte en mis brazos,
Musitando
palabras de amor.
Ansiedad
de tener tus encantos
Y
en la boca volverte a besar.
Pg. 99-100 “Tengo miedo torero”,
Pedro Lemebel
jueves, 10 de octubre de 2013
a vitrinear
Pocas veces salía a la calle, a vitrinear como decían sus
amigas que vivían al otro extremo de la ciudad. La Lupe, la Fabiola y la Rana,
sus únicas hermanas colas que arrendaban un caserón por Recoleta, cerca del
Cementerio General, en ese barrio polvoriento lleno de conventillos, pasajes y
esquinas con botillerías donde hacían nata los hombres, los jóvenes pobladores
que pasaban todo el día borrachos avinagrándose al sol. Así de ebrios, y sin un
peso, era ácil para sus amigas arrastrarlos hasta el caserón, y luego adentro,
rebalsarlos de vino tinto y terminar las tres a poto pelado compartiendo las
caricias babosas del caliente hombrón. No sabes lo que te pierdes, linda, por
no venir más seguido, le enrostraba la Lupe, la más joven del trío, una negra
treintona y chicha fresca, la única a la que todavía le daba por hacer show y
vestirse como la Carmen Miranda con una minifalda de plátanos que zangoloteaba
en la cara de los rotos curados para despertarlos. La Lupe hacía de anzuelo,
levantaba hombres tirados en la verea, hombres vagabundos expulsados de su
hogar, hombre cesantes que vagaban en la noche ocultándose de las patrullas,
hombres del Sur que llegaban a la capital con lo puesto, y después de caminar
semanas enteras buscando pega y durmiendo en las plazas, se encontraban con la
Lupe, y sin pensarlo, se encaminaban con ella por Recoleta hasta la casa donde
aguardaban tejiendo la Fabiola y la Rana, las dos viejas colizas jubiladas del
patín…
Pg.
72-73, Tengo miedo torero. Pedro Lemebel
miércoles, 9 de octubre de 2013
el espectador medio
… El espectador medio es, por así decirlo, la coartada tras
la que se ocultan la falta de talento o, con más frecuencia la carencia de
escrúpulos. En su nombre se perpetran las más incalificables agresiones a su
propia libertad, escudándose, la mayoría de las veces, en un paternalismo de la
peor ley…
Pg. 49
El cine, arte e industria. Salvat editores 1973
domingo, 6 de octubre de 2013
Falleció Belov
Serguéi Belov, nacido hace 69 años en Nashekovo, en Siberia
Occidental, y fallecido este jueves (El País)
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