En el auge del modernismo la
distinción entre el arte y el mundo fue casi absoluta o, dicho de otra manera,
e arte era un mundo propio. Lo que estaba incluido en ese mundo era,
naturalmente, una cuestión de criterio, y pronto ese criterio se convertiría en
el propio núcleo del arte, que de esa manera podía, por no decir debía, para no
morirse por sí solo, abrirse a objetos del mundo real, y así surgió la
situación actual, en la que le material del arte ya no desempeña ningún papel,
en el que todo el peso está en lo que expresa, no en lo que es, sino en lo que
piensa, en qué ideas trae, renunciando así al último resto de objetividad, al
último resto de algo fuera lo humano. El arte se ha convertido en una cama sin
hacer, en unas fotocopiadoras en una habitación, en una moto en un tejado. Y el
are se ha convertido en el propio público, en la manera en la que reacciona, en
lo que los periódicos escriben sobre él; el artista en alguien que juega. Así
es. El arte no tiene nada fuera, la ciencia no tiene nada fuera, la religión no
tiene nada fuera. Nuestro mundo está cerrado en torno a sí mismo, cerrado en torno
a nosotros, y no existe ya ningún camino para salir de él. Los que en esta
situación gritan por más espíritu, más espiritualidad, no han entendido nada,
porque el problema es que lo espiritual se ha quedado con todo. Todo se ha
convertido en espíritu, incluso nuestros cuerpos ya no son cuerpos, sino ideas
de cuerpos, algo que se encuentra en el cielo de imágenes e ideas dentro de
nosotros y por encima de nosotros, donde se vive una parte cada vez mayor de
nuestra vida. Las fronteras con lo que no nos atrae, lo incomprensible, se han
anulado. Entendemos todo, y lo entendemos porque hemos convertido todo en
nosotros mismo. Típicamente todos los que se han ocupado de lo neutro, lo
negativo, lo no humano en el arte en nuestra época, se han dirigido hacia el
lenguaje, es allí donde se ha buscado lo incomprensible y lo desconocido, como
si se encontrara en la periferia de la manera humana de expresarse, es decir,
en la periferia de lo que entendemos, lo que en realidad es lógico: ¿dónde si
no estaría en un mundo que ya no reconocer lo que está fuera de él?
Min Kamp, Karl Ove
Knausgärd