… La literatura siempre ha estado
emparentada con lo utópico, de modo que cuando lo utópico pierde su sentido,
también lo pierde la literatura. Lo que yo intentaba, y tal vez intentan todos
los escritores, qué sé yo, era combatir la ficción con ficción. Lo que debía
hacer era aceptar y animar lo existente, aceptar y animar el estado de las
cosas, es decir, revolcarme en el mundo en lugar de buscar un camino para salir
de él, porque de esa manera tendría sin duda una vida mejor, pero no podía, no
lo conseguía, algo dentro de mí se había endurecido, alguna convicción quedaba,
y aunque era esencialista, es decir, falta de unidad en el tiempo y encima
romántica, no logré sobrepasarla por la sencilla razón de que no sólo era algo
pensado, sino también algo experimentado por esos repentinos estados de
clarividencia que todo el mundo conoce, en los que por unos instantes se ve un
mundo completamente diferente del mundo en el que uno se encontraba hacía sólo
unos momentos, donde es como el mundo saliera y se exhibiera por un breve
espacio de tiempo, antes de volver a caer dentro de sí mismo, dejando todo como
antes.
Min
Kamp, Karl Ove Knausgärd
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