domingo, 14 de julio de 2013

el tiempo

Hace unos años mi padre taló un nogal por donde el tronco pierde su nombre. El árbol había crecido demasiado en tan poco tiempo y amenazaba el tejado. Con el tronco hizo sus cábalas e incluso pensó en venderlo pues es bien sabido de lo afamada y cotizada que es su madera. Finalmente clavó en lo alto del tronco muerto una farola de luz solar pequeña y absurda, una de esas que venden en los supermercados junto a un sin número de complementos, mesas y sillas para el jardín.
Hoy, cuando iba a plantar una enredadera para adornar ese jardín se dio cuenta de que el tronco estaba podrido en su base y que un borracho podría apoyarse en él y partirse la crisma fácilmente cayendo al suelo. Un borracho o un niño. El tiempo ha hecho de motosierra, ha impuesto su fuerza una vez más y yo, desde el otro lado, he sido testigo de la sutileza con la que siempre vence y convence.
 

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