No hay ninguna ley que prohíba mentirle a la policía. Eso es
lo que ellos esperan. Son mucho más felices cuando usted les miente que cuando
se niega a hablar con ellos. Es un desafío directo a su autoridad. ¿Qué
pretendía ganar con ello?
-
No respondí. En realidad, no tenía una
respuesta. Se levantó, tomó su sombrero, cerró la pitillera y la guardó en el
bolsillo.
-
Tenía que representar su drama –dijo fríamente-.
Defender sus derechos, hablar de la ley. ¿Cuán ingenuo puede ser un hombre,
Marlowe? Sobre todo un hombre como usted, que supuestamente sabe de qué va la
cosa. La ley no es la justicia. Es un mecanismo muy imperfecto. Si pulsa
exactamente los botones correctos y además tiene suerte, en la respuesta puede
estar la justicia. Un mecanismo, eso es lo que se supone que es la ley, nada
más. Creo que usted no quiere que lo ayuden. Por lo tanto, me retiro. Si cambia
de opinión, puede llamarme.
Tal vez la intensidad que
encuentro en algunas páginas de libros me haga despreciar la mayoría de
conversaciones con las que me rozo en cenas y comidas. Me digo, están hablando de
la primera lección porque, entre otras cosas, ya he oído sus razonamientos
antes. Pero también porque no encuentro nada nuevo en ellas. ¿Sólo en los
libros? Sólo encuentro algo en los libros, tertulianamente hablando.
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