Copio y pego de:
El término steampunk (punk de vapor) lo acuñó en 1987 el
escritor K. W. Jeter, deseoso de encontrar una etiqueta que diera sentido a las
obras que no sitúan su acción en sociedades posapocalípticas, sino en un tiempo
que nunca fue: aquel futuro lleno de locomotoras, dirigibles y protosubmarinos
con el que fantasearon Julio Verne y H. G. Wells a finales del siglo XIX.
Para mí, es la intersección entre la tecnología y el
romance", resume Sean Slattery (35 años), un técnico de informática de
Boston que bajo la identidad de Jake von Slatt crea modificaciones steampunk:
las teclas de su ordenador, por ejemplo, pertenecieron a una máquina de
escribir de los años cincuenta, y su televisión está embellecida con filigranas
de cobre. Porque Slatt le ha declarado la guerra a la producción en masa y ha
dotado a todos sus aparatos tecnológicos de un aire victoriano. "No me gusta
el progreso recién salido de un molde de plástico que venden Ikea o
Microsoft", cuenta. Paul de Filippo, autor de La trilogía steampunk, habla
así del carácter obsoleto intrínseco a las nuevas tecnologías: "Hay museos
en los que se preservan máquinas de vapor y relojes mecánicos, pero cuesta
imaginar que en el futuro vaya a haber un museo en el que se expongan blackberries
y GPS".
No hay comentarios:
Publicar un comentario