miércoles, 6 de febrero de 2013

escenografia y autosugestión


Y quizá ahora resultaba más emocionante el juego, porque yo, olvidando el miedo, percibía en lo que suele llamarse la furia de los elementos la plasmación de la tempestad que bullía en mi interior; tenía ante los ojos mis propios sentimientos, incluso me sentía protegido, como si aquello no fuera más que una escenografía montada para mi diversión.
Un soberbio ejercicio de autosugestión, lo reconozco, pero ¿por qué no iba a sentirme yo protagonista de aquella majestuosa tempestad, si hacía semanas que no pensaba sino en que tenía que quitarme la vida como fuera, y qué más en consonancia con mi estado de ánimo que este mundo enfurecido y encerrado en su propia oscuridad que, con toda su energía destructora, no sólo no podía extinguirse a sí mismo sino ni siquiera infligirse daño alguno, ya que tenía sobre sí tan poco poder como yo sobre mí?
                Libro del recuerdo, Péter Nádas
 

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