domingo, 24 de febrero de 2013

el último de los lectores

Si Ulises y Eumeo existieron alguna vez, si posaron sus manos en estas mismas piedras, no importaba; lo importante era que ellos, estos lectores tardíos que pronunciaban esas palabras en un idioma que el poeta nunca llegaría a conocer, se habían convertido en parte de su tejido, aunque no aparecieran en el mismo. Por eso eran las piedras, el sendero, los que hacían mágico ese paisaje, y no al revés. Son instantes en los que se perpetúa el ahora, en los que esa anciana que esta a lo lejos con las cabras es Euriclea, y en los que ella quisiera contar una vez más cómo regresó a casa el héroe, cómo fue ella quien le reconoció y cómo había viso partir al hijo, descendiendo por el sendero hacia el puerto un día como éste y, por tanto, este día es el día de ellos, porque un poema no se habrá acabado hasta que no lo haya leído o escuchado el último de los lectores…
                El día de todas las almas, Cees Nooteboom

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