Porque yo estaba aquí y me imaginaba que no estaba, y
conmigo iba el anciano que yo sería, si vivía, y con él venía su juventud, y el
anciano que recordaba su juventud, aquí, en el escenario de la orilla del mar,
personificaba perfectamente mis ideas puestas en clave literaria: la sala con
los sillones, sobre el mantel de brocado blanco, la taza de café que él se
llevaba a los labios, y también el joven estaba con nosotros y, con la mano en
el respaldo del sillón, nos daba alegremente los buenos días a los que
estábamos sentados a la mesa, pero, para poder contemplarlo mejor, porque era
el que más me interasaba, le hice retroceder hasta la puerta por la que acababa
de entrar, porque me parecía que era él el que me pertenecía por completo, ya
que no existía, y había alguien más, uno que nos observaba y que me ofrecía a
ese rubio muchacho a cambio de que yo me aviniera a ser un dócil, instrumento
de su poder…
Libro
del recuerdo, Péter Nádas
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