domingo, 3 de febrero de 2013

sobre el mantel brocado


Porque yo estaba aquí y me imaginaba que no estaba, y conmigo iba el anciano que yo sería, si vivía, y con él venía su juventud, y el anciano que recordaba su juventud, aquí, en el escenario de la orilla del mar, personificaba perfectamente mis ideas puestas en clave literaria: la sala con los sillones, sobre el mantel de brocado blanco, la taza de café que él se llevaba a los labios, y también el joven estaba con nosotros y, con la mano en el respaldo del sillón, nos daba alegremente los buenos días a los que estábamos sentados a la mesa, pero, para poder contemplarlo mejor, porque era el que más me interasaba, le hice retroceder hasta la puerta por la que acababa de entrar, porque me parecía que era él el que me pertenecía por completo, ya que no existía, y había alguien más, uno que nos observaba y que me ofrecía a ese rubio muchacho a cambio de que yo me aviniera a ser un dócil, instrumento de su poder…
                Libro del recuerdo, Péter Nádas

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