Sestear pálido y absorto
junto a la ardiente tapia de un huerto.
Escuchar entre endrinos y zarzas
chasquidos de mirlos, rumores de ofidio.
En las grietas del suelo o la algarroba
acechar las hileras de rojas hormigas
que se entrecruzan o quiebran
en la cima de minúsculas gavillas.
Observar entre las frondas del lejano
palpitar de briznas marinas
mientras se elevan trémulos chasquidos
de cigarras desde pelados picos.
Y caminando bajo el sol que deslumbra
sentir con triste maravilla
cómo toda la vida y su fatiga
consiste en este caminar tras una muralla
que tiene encima trozos afilados de botella.
Hacía tiempo que no le
veía. Se acababa de sentar en el banco de la iglesia. Al remanso. Sus muñecas
estaban ocultas tras numerosas pulseras. El tiempo ha pasado. Era el tonto que
nunca fue tonto. Allí estaba, sólo. Crucé algunas palabras por cortesía y nos
despedimos.
No había dado dos pasos
cuando vi al único niño que vive allí durante el invierno. Llevaba dos
ladrillos atados a la bici. No hacía mucho había recordado el chiste del loco
que paseaba un ladrillo atado con una cuerda como si fuera un perro. Ahora eran
dos ladrillos. Estaba arando, me dijo el niño. Dos ladrillos atados con una
cuerda, una bicicleta y el único niño que espera el invierno en aquel lugar.
Durante las fiestas los
toros rigen el tiempo. Las mamás pasean con sus bebitos y las terrazas se
llenan de vasos y gentes. Muchas gentes para hacer una lectura harto evidente.
Todo el mundo se quejará de lo poco recaudado y ningún titular hablará sobre la
mucha o poca diversión pues ésta, cada uno tiene la suya.
Desde mi pantalla observo
el cuadro de Goya, perro semihundido, antecedente de lo abstracto.
El pensamiento figural (concepto que Yves Bonnefoy
desarrolla en Goya, les peintures noires) está relacionado con la reflexión que
Perro semihundido expresa en términos abstractos: el miedo y el deseo por
sobrevivir. Si el arte abstracto es una percepción e interpretación del mundo,
este cuadro se adscribe a la inquietud y la muerte. Creo que el precedente
abstracto de la obra de Goya sienta bases en un concepto que desarrolla con la
intensidad de los posibles. Y esta pintura maneja la abstraccióna a partir de
figuras concretas, pero con la incognita que encierran las pulsiones humanas.
Pero el que vaguemos para
perdernos o para encontrarnos, por bibliotecas o por caminos, depende de
nuestra propia voluntad, no de las ciudades hostiles o acogedoras que hay
detrás y delante de nosotros. Podemos anclarnos en una página poco profunda,
sin avanzar jamás, o, como el Judío Errante, navegar hacia delante con la
corriente, más y más lejos, hacia el extenso horizonte. “Por mi parte”,
escribió Robert Louis Stevenson, uno de los hombres más compasivos, “no viajo
para ir a ninguna parte sino para ir. Viajo por viajar. El gran asunto es
moverse”.
“La biblioteca del Judío Errante”, Alberto Manguel
Libros de los que no sé
nada:
Deadlines de Phil Cousineau
Montaigne de Eduardo Lourenço
La novia de Odesa de
Edgardo Cozrinsky
Dostoyevski lee a Hegel en
Siberia y rompe a llorar de Lázló Flöldényi
Verme como un apestado o
alguien que encuentra consuelo en los libros. Una sobredosis de Manguel te
puede llevar en parihuelas de uno a otro lugar, de lo apestado a lo iluminado.
Conversar con los libros es otra manera de pasar las horas. Si alguien no me
toma por alguien que además de leer, escribe, no puede estar cerca de mí. Ahí
radica mi distanciamiento.
No sabía que el profeta
Jonás fuera un cabezota. Jonás se negaba a ir a Nínive porque pensaba que sus
habitantes se arrepentirían y Dios les perdonaría sus pecados en un pis pas.
Por eso no quería ir allí. Se embarcó hacia Tarsis, fue arrojado al mar en
medio de la tempestad para poner remedio al más que probable naufragio y a los
tres días volvió a la superficie tras haber vivido en el interior de un gran
pez. Otra vez Dios le insistió, debía ir a Nínive y así hizo anunciando su
destrucción si las cosas no cambiaban. Y ocurrió lo previsto, se arrepintieron,
y borrón y cuenta nueva. Entonces fue al desierto. Dios le plantó un árbol para
que le diese sombra, luego le secó. Jonás, terco, se enfureció y Dios no
entendió que se pusiera así por ese árbol y no por Nínive y sus ciudadanos. Fin
de la historia.
Me hablan de
sistemas de compras que no entiendo. Son cuestiones on line. Hay empresas que
recogen bonos o puntos, no sé muy bien en qué consiste, el caso es que uno
puede ir a un spá, por ejemplo, por tres euros, o comprar un jamón por veinte.
Son cosas del homo que consume y disfruta por un módico precio lo que se le
oferte mientras grita como Catón el censor en el senado romano, Carthago
delenda est! (¡Cartago debe ser destruida!)
Se trata de un
sistema que conlleva tiempo. Un tiempo en el ordenador, un tiempo para las
compras, entre correos chistosos e imágenes idiotas.
Mi caso es otro.
Alguien va a una bodega “diferente”, me informa de lo que allí hay y encargo
unas botellas de vino. Me digo que serán para las grandes ocasiones o sólo para
las ocasiones. Me pregunto ¿Las habrá?
¿Tendré amigos o situaciones que lo requieran en los próximos años? Sólo son
seis botellas pero… no me imagino compartiendo con demasiadas personas un texto
como el que sigue:
“Salirse de ese vocabulario restringido de lo que la
sociedad considera sensato y bueno para entrar a uno más vasto, más rico y,
sobre todo, más ambiguo es aterrador, porque este otro mundo de palabras no
tiene fronteras y equivale a pensamiento, emoción, intuición. Este vocabulario
infinito está abierto a nosotros si nos tomamos eltiempo y hacemos el esfuerzo de explorarlo, y
en nuestros muchos siglos ha forjado palabras de la experiencia a fin de darnos
el reflejo de esa experien cia, de permitirnos entender el mundo y a nosotros
mismos.Es más grande y duradera que la
bilioteca ideal d ePinocho de dulces porque la incluye, metafóricamente, y
puede llevar a ella, concretamente, al permitirnos imaginar formas en las que
podemos cambiar una sociedad en la que Pinocho se muere de hambre, es golpeado
y eplotado, le es negada su condición de niño, y se le pide que sea obediente y
feliz en su obediencia. Imaginar es disolver barreras, ignorar fronteras,
subvertir la visión del mundo que nos ha sido impuesta…
Charlotte guarda cama en
un hospital y cuenta una historia que es parte del cuento de Alice Munro “La
virgen albanesa”. Comienza así: En las
montañas, en Maltsia e madhe, debió de intentar decirles su nombre, y lo que
ellos entendieron fue “Lottar”. Tenía una herida en la pierna, de la caída
sobre unas rocas cortantes cuando mataron a su guía. Tenía fiebre. No sabía
cuánto tiempo habían tardado en llevarla por las montañas, envuelta en una
alfombra y atada al lomo de un caballo. De vez en cuando, le daban a beber
agua, y también rakí, que era una especie de coñac, muy fuerte. Olía a pinos.
En un momento dado, estaban en una barca, y al despertarse vio las estrellas,
que relucían y se desvanecían, cambiantes…
Lo importante es lo que
menos importancia parece darlo a tenor del contenido, las vidas de los
protagonistas ajenos al cuento. Ahí es donde se revuelven las tripas y los corazones
pero la historia del cuento dentro del cuento ¿de dónde la ha sacado?
-Creo que se podría hacer
una película fantástica –dije, apoyándola de nuevo sobre las almohadas. Me
aferró la muñeca y después la soltó-. ¿De dónde has sacado la idea? –pregunté.
-De la vida –dijo Charlotte
casi inaudiblemente-. Espera un momento.
Volvió la cabeza sobre la
almohada, como si tuviera que solucionar algo en privado. Se recuperó al poco,
y siguió contándome.
“La virgen albanesa”, en su libro Secretos a voces, Alice
Munro
No tengo suficiente talento para correr y sonreír a la vez, reconoce Emil, levantando también la suya. Correré con un estilo perfecto cuando se valore la belleza de una carrera según un baremo, como en el patinaje artístico. Pero yo, de momento, lo que tengo que hacer es correr lo más rápido posible.
He escuchado Batalha de 6º
Tom, una obra anónima del siglo XVII. He escuchado la obra sin acritud, sin
veneno ni otro sentimiento que el del placer. Además, el organista quería
dedicar la obra a su padre fallecido. Su padre, nació en Carrión de los Condes.
El organista, Jordi Pajares.
La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo
murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al
sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución
habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues
comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese
cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo pero yo no,
pensé con melancólica vanidad;
En ocasiones los caminos no son los más adecuados para
llegar al destino. Así hoy, echando un vistazo a unas líneas de la Eneida
tropiezo con de Luis Alberto de Cuenca y este poema que me hubiera gustado
escribir. Luego he visto que Loquillo ya lo cantó.
CUANDO PIENSO EN LOS VIEJOS AMIGOS
Cuando pienso en los viejos amigos que se han ido
de mi vida, pactando con terribles mujeres
que alimentan su miedo y los cubren de hijos
para tenerlos cerca, controlados e inermes.
Cuando pienso en los viejos amigos que se fueron
al país de la muerte, sin viaje de vuelta,
sólo porque buscaron el placer en los cuerpos
y el olvido en las drogas que alivian la tristeza.
Cuando pienso en los viejos amigos que, en el fondo
del mar de la memoria, me ofrecieron un día
la extraña sensación de no sentirme solo
y la complicidad de una franca sonrisa…