domingo, 19 de agosto de 2012

Carthago delenda est!


Me hablan de sistemas de compras que no entiendo. Son cuestiones on line. Hay empresas que recogen bonos o puntos, no sé muy bien en qué consiste, el caso es que uno puede ir a un spá, por ejemplo, por tres euros, o comprar un jamón por veinte. Son cosas del homo que consume y disfruta por un módico precio lo que se le oferte mientras grita como Catón el censor en el senado romano, Carthago delenda est! (¡Cartago debe ser destruida!)

Se trata de un sistema que conlleva tiempo. Un tiempo en el ordenador, un tiempo para las compras, entre correos chistosos e imágenes idiotas.

Mi caso es otro. Alguien va a una bodega “diferente”, me informa de lo que allí hay y encargo unas botellas de vino. Me digo que serán para las grandes ocasiones o sólo para las ocasiones.  Me pregunto ¿Las habrá? ¿Tendré amigos o situaciones que lo requieran en los próximos años? Sólo son seis botellas pero… no me imagino compartiendo con demasiadas personas un texto como el que sigue:

“Salirse de ese vocabulario restringido de lo que la sociedad considera sensato y bueno para entrar a uno más vasto, más rico y, sobre todo, más ambiguo es aterrador, porque este otro mundo de palabras no tiene fronteras y equivale a pensamiento, emoción, intuición. Este vocabulario infinito está abierto a nosotros si nos tomamos el  tiempo y hacemos el esfuerzo de explorarlo, y en nuestros muchos siglos ha forjado palabras de la experiencia a fin de darnos el reflejo de esa experien cia, de permitirnos entender el mundo y a nosotros mismos.  Es más grande y duradera que la bilioteca ideal d ePinocho de dulces porque la incluye, metafóricamente, y puede llevar a ella, concretamente, al permitirnos imaginar formas en las que podemos cambiar una sociedad en la que Pinocho se muere de hambre, es golpeado y eplotado, le es negada su condición de niño, y se le pide que sea obediente y feliz en su obediencia. Imaginar es disolver barreras, ignorar fronteras, subvertir la visión del mundo que nos ha sido impuesta…


            “Cómo aprendió a leer Pinocho”, Alberto Manguel

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