Verme como un apestado o
alguien que encuentra consuelo en los libros. Una sobredosis de Manguel te
puede llevar en parihuelas de uno a otro lugar, de lo apestado a lo iluminado.
Conversar con los libros es otra manera de pasar las horas. Si alguien no me
toma por alguien que además de leer, escribe, no puede estar cerca de mí. Ahí
radica mi distanciamiento.
No sabía que el profeta
Jonás fuera un cabezota. Jonás se negaba a ir a Nínive porque pensaba que sus
habitantes se arrepentirían y Dios les perdonaría sus pecados en un pis pas.
Por eso no quería ir allí. Se embarcó hacia Tarsis, fue arrojado al mar en
medio de la tempestad para poner remedio al más que probable naufragio y a los
tres días volvió a la superficie tras haber vivido en el interior de un gran
pez. Otra vez Dios le insistió, debía ir a Nínive y así hizo anunciando su
destrucción si las cosas no cambiaban. Y ocurrió lo previsto, se arrepintieron,
y borrón y cuenta nueva. Entonces fue al desierto. Dios le plantó un árbol para
que le diese sombra, luego le secó. Jonás, terco, se enfureció y Dios no
entendió que se pusiera así por ese árbol y no por Nínive y sus ciudadanos. Fin
de la historia.
Jonás era un gran tipo.
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