Charlotte guarda cama en
un hospital y cuenta una historia que es parte del cuento de Alice Munro “La
virgen albanesa”. Comienza así: En las
montañas, en Maltsia e madhe, debió de intentar decirles su nombre, y lo que
ellos entendieron fue “Lottar”. Tenía una herida en la pierna, de la caída
sobre unas rocas cortantes cuando mataron a su guía. Tenía fiebre. No sabía
cuánto tiempo habían tardado en llevarla por las montañas, envuelta en una
alfombra y atada al lomo de un caballo. De vez en cuando, le daban a beber
agua, y también rakí, que era una especie de coñac, muy fuerte. Olía a pinos.
En un momento dado, estaban en una barca, y al despertarse vio las estrellas,
que relucían y se desvanecían, cambiantes…
Lo importante es lo que
menos importancia parece darlo a tenor del contenido, las vidas de los
protagonistas ajenos al cuento. Ahí es donde se revuelven las tripas y los corazones
pero la historia del cuento dentro del cuento ¿de dónde la ha sacado?
-Creo que se podría hacer
una película fantástica –dije, apoyándola de nuevo sobre las almohadas. Me
aferró la muñeca y después la soltó-. ¿De dónde has sacado la idea? –pregunté.
-De la vida –dijo Charlotte
casi inaudiblemente-. Espera un momento.
Volvió la cabeza sobre la
almohada, como si tuviera que solucionar algo en privado. Se recuperó al poco,
y siguió contándome.
“La virgen albanesa”, en su libro Secretos a voces, Alice
Munro
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