Pero el que vaguemos para
perdernos o para encontrarnos, por bibliotecas o por caminos, depende de
nuestra propia voluntad, no de las ciudades hostiles o acogedoras que hay
detrás y delante de nosotros. Podemos anclarnos en una página poco profunda,
sin avanzar jamás, o, como el Judío Errante, navegar hacia delante con la
corriente, más y más lejos, hacia el extenso horizonte. “Por mi parte”,
escribió Robert Louis Stevenson, uno de los hombres más compasivos, “no viajo
para ir a ninguna parte sino para ir. Viajo por viajar. El gran asunto es
moverse”.
“La biblioteca del Judío Errante”, Alberto Manguel
Libros de los que no sé
nada:
Deadlines de Phil Cousineau
Montaigne de Eduardo Lourenço
La novia de Odesa de
Edgardo Cozrinsky
Dostoyevski lee a Hegel en
Siberia y rompe a llorar de Lázló Flöldényi
No hay comentarios:
Publicar un comentario