sábado, 27 de abril de 2013

O cuando todas las noches... todos los muertos se emborrachan...


O cuando todas las noches –por pereza, por avaricia- volvía a soñar el mismo sueño: un camino color ceniza, llano, que corre a andadura de río entre dos muros más altos que la estatura de un hombre; luego se quiebra, se precipita en el vacío. Al asomarse a este punto desde una balaustrada de piedra volcánica, no desprende rumor o claridad alguno, pero me sorprende una frescura de pozo, y con ella el éxtasis de que sólo un irrisorio peaje acabe por separarme… ¿de qué? No me cansaba de preguntármelo, sin que bastara, no obstante, la impaciencia para despertarme; por el contrario, en un estado de desdoblada vitalidad, cada vez más arrebujado dentro de las maternas mucosas de las sábanas, y no por ello menos suelto y elástico, comenzaba a introducirme de gruta en gruta, teniendo por único asidero unos matorrales de yerbajos y algunas rocas resquebrajadizas, hasta el fondo del embudo, donde, entre paredes de cantera, crecían confusamente unos árboles (de los árboles sólo alcanzaba a soñar los nombres, y he tardado en aprender a incorporar las formas a los nombres).
                 Inicio de “Perorata del apestado”, Gesualdo Bufalino




Todos los muertos se emborrachan con la vieja y fría lluvia

En el extraño cementerio de Lofoten

El reloj del deshielo hace tic tac en la lontananza

Hasta el corazón de los pobres ataúdes de Lofoten

Y gracias a los agujeros abiertos por la negra primavera

Los cuervos se ceban con fría carne humana

Y gracias al tenue sonido de la voz de un niño

El sueño es dulce para los muertos en Lofoten

Probablemente no veré jamás

Ni el mar, ni las tumbas de Lofoten

Y sin embargo están en mí, como nunca,

Este lejano rincón de tierra y todas sus penas

Vosotros desaparecidos, vosotros suicidas, vosotros lejanos

al extraño cementerio de Lofoten

- El nombre resuena en mis oídos - tan lejano, tan dulce.

Dime, en verdad: ¿ duermes, duermes?

Podrías contarme cosas mucho más divertidas

Mirífica claridad, de la que mi copita de plata esté llena

De las historias más encantadoras y menos locas

Déjame tranquilo con tu Lofoten

Hace buen tiempo. En el fogón dulcemente se pasa

La voz del más melancólico entre los meses

¡Ah! Los muertos, incluso ahí los de Lofoten

Los muertos, en el fondo los muertos están menos muertos que yo.
 
                                       Milosz

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