O cuando todas las noches –por pereza, por avaricia- volvía
a soñar el mismo sueño: un camino color ceniza, llano, que corre a andadura de
río entre dos muros más altos que la estatura de un hombre; luego se quiebra,
se precipita en el vacío. Al asomarse a este punto desde una balaustrada de
piedra volcánica, no desprende rumor o claridad alguno, pero me sorprende una
frescura de pozo, y con ella el éxtasis de que sólo un irrisorio peaje acabe
por separarme… ¿de qué? No me cansaba de preguntármelo, sin que bastara, no
obstante, la impaciencia para despertarme; por el contrario, en un estado de
desdoblada vitalidad, cada vez más arrebujado dentro de las maternas mucosas de
las sábanas, y no por ello menos suelto y elástico, comenzaba a introducirme de
gruta en gruta, teniendo por único asidero unos matorrales de yerbajos y
algunas rocas resquebrajadizas, hasta el fondo del embudo, donde, entre paredes
de cantera, crecían confusamente unos árboles (de los árboles sólo alcanzaba a
soñar los nombres, y he tardado en aprender a incorporar las formas a los
nombres).
Todos los muertos se emborrachan con la vieja y fría lluvia
En el extraño cementerio de Lofoten
El reloj del deshielo hace tic tac en la lontananza
Hasta el corazón de los pobres ataúdes de Lofoten
Y gracias a los agujeros abiertos por la negra primavera
Los cuervos se ceban con fría carne humana
Y gracias al tenue sonido de la voz de un niño
El sueño es dulce para los muertos en Lofoten
Probablemente no veré jamás
Ni el mar, ni las tumbas de Lofoten
Y sin embargo están en mí, como nunca,
Este lejano rincón de tierra y todas sus penas
Vosotros desaparecidos, vosotros suicidas, vosotros lejanos
al extraño cementerio de Lofoten
- El nombre resuena en mis oídos - tan lejano, tan dulce.
Dime, en verdad: ¿ duermes, duermes?
Podrías contarme cosas mucho más divertidas
Mirífica claridad, de la que mi copita de plata esté llena
De las historias más encantadoras y menos locas
Déjame tranquilo con tu Lofoten
Hace buen tiempo. En el fogón dulcemente se pasa
La voz del más melancólico entre los meses
¡Ah! Los muertos, incluso ahí los de Lofoten
Los muertos, en el fondo los muertos están menos muertos que yo.
En el extraño cementerio de Lofoten
El reloj del deshielo hace tic tac en la lontananza
Hasta el corazón de los pobres ataúdes de Lofoten
Y gracias a los agujeros abiertos por la negra primavera
Los cuervos se ceban con fría carne humana
Y gracias al tenue sonido de la voz de un niño
El sueño es dulce para los muertos en Lofoten
Probablemente no veré jamás
Ni el mar, ni las tumbas de Lofoten
Y sin embargo están en mí, como nunca,
Este lejano rincón de tierra y todas sus penas
Vosotros desaparecidos, vosotros suicidas, vosotros lejanos
al extraño cementerio de Lofoten
- El nombre resuena en mis oídos - tan lejano, tan dulce.
Dime, en verdad: ¿ duermes, duermes?
Podrías contarme cosas mucho más divertidas
Mirífica claridad, de la que mi copita de plata esté llena
De las historias más encantadoras y menos locas
Déjame tranquilo con tu Lofoten
Hace buen tiempo. En el fogón dulcemente se pasa
La voz del más melancólico entre los meses
¡Ah! Los muertos, incluso ahí los de Lofoten
Los muertos, en el fondo los muertos están menos muertos que yo.
Milosz
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