… Te amo tanto que no sé amarte, amo tanto tu cuerpo y lo
que en ti no es tu cuerpo que no comprendo por qué nos perdemos si a cada paso
te encuentro, si siempre al besarte besé más que la carne de la que estás
hecha, si nuestro matrimonio se consumió de juventud como otros de vejez, si
después de ti mi soledad se acrecienta con tu olor, con el entusiasmo de tus
proyectos y con la redondez de tus nalgas, si me sofoco con la ternura de la
que no logro hablar, aquí en este momento, amor, me despedido y te llamo
sabiendo que no vendrás y deseando que vengas del mismo modo que, como dice
Molero, un ciego espera los ojos que encargó por correo.
Memoria
de elefante, Lobo Antunes
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