Y me acordé de una persona que me contaba que, de pequeña,
su madre la llevaba a hacer visitas en una época en que las mujeres se
relacionaban unas con otras con delicadezas excesivas de puntillas; y entonces
ella entraba en casas ásperas pobladas de grandes relojes y de pianos con
candelabros donde la música se inclina temblando en la dirección del viento,
oía los lamentos de las señoras ahogadas por el damasco de las cortinas y los
suspiros de los muertos en los retratos de la pared, y pensaba: Qué triste debe
de ser esta casa a las tres de la tarde…
Pg.
119. Memoria de elefante, Lobo Antunes
Toda la vida, antes de la enfermedad y durante la
enfermedad, mi madre nos contaba y nos contaba
-Escuchen esto
que de pequeña mi abuela acompañaba a mi bisabuela a visitar
a señoras que viván en pisos antiguos en la parte antigua de Lisboa, salones y
pasillos en una penumbra perpetua en la que las platas y las lozas la seguían y
mi abuela con diez u once años pensando
-Qué triste debe de ser esta casa a las tres de la tarde…
Inicio
de “Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar”, Lobo Antunes
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