jueves, 4 de abril de 2013

por el ombligo de la morfina

-Estoy tocando el fondo del fondo –continuó el psiquiatra-, y no
 estoy seguro de poder salir de este barrizal. Ni siquiera estoy
 seguro de que haya alguna salida para mí, ¿entiendes? A veces oía
 hablar a los pacientes y pensaba en cómo aquel tipo o aquella tipa
 se metían en el pozo y yo no veía la forma de sacarlos de ahí
 debido al poco alcance de mi brazo. Como cuando de estudiantes
 nos mostraban a los cancerosos en las enfermerías aferrados al
 mundo por el ombligo de la morfina. Pensaba en la angustia de
 aquel tipo o de aquella tipa, sacaba remedios y palabras de
consuelo de mi espanto, pero nunca pensé que un día llegaría a
 engrosar esas filas porque yo, joder, tenía fuerza. Tenía fuerza
: tenía mujer, tenia hijas, el proyecto de escribir, cosas concretas,
 boyas para mantenerme a flote. Si la ansiedad me acuciaba un
 poco, por la noche, ¿sabes?, iba a la habitación de las niñas, a
 aquel desorden de trastos infantiles, las veía dormir, me serenaba:
 me sentía apuntalado, ah, apuntalado y a salvo. Y de repente,
 carajo, mi vida se volvió del revés, me vi como una cucaracha
 patas arriba, sin apoyos… 
 
Lo que desde el principio quise darle, quiero darle, la ternura,
 ¿entiendes?, sin egoísmo, la vida cotidiana sin rutina, la entrega
absoluta de un vivir compartido, total, cálido y sencillo como un
 polluelo en la mano, animal pequeño asustado y trémulo,
 nuestro…
 

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