En “El salario del miedo” cuatro personajes son los
finalmente elegidos para transportar la carga de nitroglicerina a través de un
camino imposible. La muerte, siempre presente, en cualquier bache y curva, hace
que afloren las esencias sin máscaras. El más fuerte y listo resultará un
cobarde. Otro de los personajes que nunca llegará al final está enfermo, tose
de vez en cuando y el médico le ha dicho que sus pulmones no están bien. Todos
quieren cambiar sus vidas, salir del agujero. Sólo uno llegará al destino
aunque tampoco regresará. La vida cobra sentido con la muerte. Sólo ante ella
somos. Palabras.
Unas cualquiera de “El orden natural de las cosas”, de Lobo
Antunes
Pero en el extremo
opuesto de la ciudad, donde las chimeneas de las viviendas eran los únicos
mástiles posibles y sólo las alubias se fruncían en olitas domésticas que el
apetito de las orugas disolvía, todo se me figuraba inmenso con una densidad
extraña, próxima a la sorpresa y al sueño
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