domingo, 15 de abril de 2012

pebete, acrimonia

La espiritista se dio prisa en meter los billetes en un cerdito y regresamos al Bairro das Colónias en tranvía con mi madre pidiendo protección con oraciones a Santa Filomena y un collar de ajos alrededor del cuello para ahuyentar los humores malignos de los finados, que poseen por lo menos el buen gusto suficiente como para odiar los pebetes. En cuanto a mi tía, simpatizante de los Testigos de Jehová que trabajaba en una tienda de piernas y brazos artificiales de la Rua da Madalena, iba aumentando cotidianamente en acrimonia lo que perdía en carne, insultando a la ropa de la vecina de arriba que chorreaba gotas perversas en el tendedero y ocupando los fines de semana en tocar los timbres del barrio, blandiendo la Biblia, amenazando a los moradores soñolientos con las parrillas del infierno.

En la RAE:
pebete, ta.
(Del cat. pevet).
1. m. y f. coloq. Arg. y Par. p. us. niño ( persona que está en la niñez).
2. m. Pasta hecha con polvos aromáticos, regularmente en forma de varilla, que encendida exhala un humo muy fragante.
3. m. Cañutillo formado de una masa de pólvora y otros ingredientes, que sirve para encender los artificios de fuego.
4. m. coloq. Cosa que tiene mal olor.
5. m. Arg. y Ur. Pan de forma ovalada que se amasa con harina de trigo candeal, de miga esponjosa, corteza fina y tostada.
 
acrimonia.
(Del lat. acrimonĭa).
1. f. Aspereza de las cosas, especialmente al gusto o al olfato.
2. f. Agudeza del dolor.
3. f. Aspereza o desabrimiento en el carácter o en el trato.

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