La espiritista se dio prisa en meter los billetes en un
cerdito y regresamos al Bairro das Colónias en tranvía con mi madre pidiendo
protección con oraciones a Santa Filomena y un collar de ajos alrededor del
cuello para ahuyentar los humores malignos de los finados, que poseen por lo
menos el buen gusto suficiente como para odiar los pebetes. En cuanto a mi tía,
simpatizante de los Testigos de Jehová que trabajaba en una tienda de piernas y
brazos artificiales de la Rua da Madalena, iba aumentando cotidianamente en
acrimonia lo que perdía en carne, insultando a la ropa de la vecina de arriba
que chorreaba gotas perversas en el tendedero y ocupando los fines de semana en
tocar los timbres del barrio, blandiendo la Biblia, amenazando a los moradores
soñolientos con las parrillas del infierno.
En la RAE:
pebete, ta.
(Del cat. pevet).
2. m. Pasta hecha con polvos aromáticos, regularmente en
forma de varilla, que encendida exhala un humo muy fragante.
3. m. Cañutillo formado de una masa de pólvora y otros
ingredientes, que sirve para encender los artificios de fuego.
4. m. coloq. Cosa que tiene mal olor.
5. m. Arg. y Ur. Pan de forma ovalada que se amasa con
harina de trigo candeal, de miga esponjosa, corteza fina y tostada.
acrimonia.
(Del lat. acrimonĭa).
1. f. Aspereza de las cosas, especialmente al gusto o al
olfato.
2. f. Agudeza del dolor.
3. f. Aspereza o desabrimiento en el carácter o en el trato.
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