Algo sublime, afín, inglés y castellano loco. Y también cuestiones de moral, reprobables. Y también la manera en que gracias al conocimiento se pueden evitar, o al menos no ser tan reprobables determinados actos. La manera en que esa reprobación puede rebajarse con agua un grado menos, lo suficiente para quebrar unos meses de cárcel o la condena al completo.
Pero
la mayoría de las cartas son recibos. Algunas dicen que en breve me cortarán el
gas y la electricidad y el teléfono si no pago mis facturas, y algo más arriba
de la pila hay cartas sobre el mismo asunto, que me informan de que eso ya ha
ocurrido y de que ya no tengo gas ni electricidad ni teléfono, y me costará
muchísimo dinero volver a ponerlos. El alquiler del piso también había vencido,
y las cartas del casero habían ido quedándose rígidas y frías desde el día de
San Juan, y yo esperaba vagamente encontrar a los alguaciles y a sus hijas
sentados por ahí jugando a la canasta y fumándose mis cigarrillos y bebiéndose
mi ginebra, o quizá durmiendo en mi cama, pues me había saltado el equinoccio y
San Juan y San Miguel sin escribirle ni una sola línea a mi casero. Es una
lástima cómo echamos a perder los días festivos pagando el alquiler y otras
cuentas, o pensando que debemos pagarlas, cuando el día del equinoccio
deberíamos comer cordero en salsa de menta y esperar en vano y con el oído
atento la llegada del cuco, y el día de San Juan comer fresas con nata en los
jardines o en las barcas, y el día de San Miguel tomar ganso y salvia y puré de
manzana, en vez de pasar los días garabateando en el talonario y arruinándonos.
Pg. 289 “Las torres de Trebisonda”,
Rose Macaulay
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