martes, 10 de julio de 2012

Nada, amantes de héroes, Lila Azam Zanganeh

Demócrito: Nada viene de la nada, nada se pierde
Gert Jonke

Los amantes de los héroes solían ir por todo el mundo con ellos, y estaban en todos los ejércitos y en todos los barcos, pero nunca nos enteramos lo suficiente de sus obras, pues en las historias se dan por descontadas. Fueron a las cruzadas y fueron con los ejércitos griegos a sitiar Troya, y, a medida que iban envejeciendo, a lo largo de los años, fueron regresando a Grecia, y entonces las sustituyeron otras más jóvenes. Marcharon con los Diez Mil de Jenofonte y debieron de emborracharse con la miel de Trebisonda, y marcharon por Francia con nuestro ejército durante la guerra de los Cien Años, y con el ejército de Wellington por la península Ibérica, donde gustaron mucho a los soldados españoles y portugueses, y con las tropas realistas durante nuestra guerra civil: pero a Cromwell no le gustaron en absoluto y mandó acabar con ellas. Algunas de ellas llegaron a Gran Bretaña con los romanos y los sajones y los jutos y los vikingos y los normandos, pero no fueron suficientes, así que se echó mano de las mujeres británicas para completarlas. De ahí que seamos una raza mestiza. Sí, pensé, las mujeres han ido a todas partes con los ejércitos, diligentemente, pues los soldados necesitan amor; pero ahora a las mujeres que van con los ejércitos no se las anima a ser tan diligentes; forman parte del cuerpo militar y se las llama Ats y Wrens y Waafs y Wracs y se las retiene tras la línea de fuego, y se las convierte en apenas un pequeño consuelo para los soldados, aunque estos aún necesiten amor.
Pero los argonautas andaban por la costa del Ponto con sus mujeres, y comían cerezas maduras, y almendras, y descansaban en los tupidos bosques a las orillas de los ríos, agotados por el mal turco, y por toda aquella navegación póntica, atravesando mares encrespados que se bamboleaban como un camello, y, aunque Jasón anhelaba la Cólquide y el vellocino de oro tanto como yo anhelaba el golfo de Alejandreta, que estaría en calma, azul, tibio y repleto de barcos, en uno de los cuales estaría mi amor, Jasón también había descansado, como descansaba yo durante la canícula, picada por los mosquitos, en un profundo bosque a orillas de un río, dejando pasar el tiempo.
Las torres de Trebisonda, Rose Macaulay
 
Lila Azam
Y algunas novelas:

El encantador, Nabokov y la felicidad, de Lila Azam Zanganeh. Editorial El duomo.
No leer, de Alejandro Zambra. Alpha Decay
La escuela del virtuoso, de Gert Jonke. Ediciones del Subsuelo
El mal del ímpetu, de Iván Goncharov. Editorial Minúscula.
Cómo se escribe una vida, de Michael Holroyd. Editorial La Bestia Equilátera.

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