…
En la película asiática, la totalidad del relato podía ser interpretada como el
despliegue de la confesión que, en los últimos planos del film, el señor Chow
(Tony Leung) le susurraba a un agujero en los muros de un templo camboyano para
que aquellas piedras ancestrales conservaran la memoria de su incurable herida
emocional. Allí una única secuencia funcionaba como resorte de una lectura que
se proyectraba hacia el pasado del propio film –no solo de la historia narrada
por éste- para generar un nuevo sentido que retroiluminaba cruciales aspectos
de la puesta en forma de la película…
…
Recordemos el letrero final de In the Mood for Love. “Aquellos tiempos pasaron
(…). Él recuerda esa época pretérita como si mirase a través de un cristal
cubierto de polvo. El pasado es algo que se puede ver, pero a través de un
cristal cubierto de polvo. El pasado es algo que se puede ver, pero no tocar. Y
todo cuanto se ve está borroso y confuso.
De cuadernos de cine Caimán
(Julio-Agosto 2012), “La vida que se aleja”, Carlos F. Heredero.
Jed
no era joven, hablando con propiedad nunca lo había sido, pero era un ser
humano relativamente poco experimentado. En materia de seres humanos sólo
conocía a su padre, y tampoco mucho. Esta frecuentación no podía incitarle a un
gran optimismo en cuanto a las relaciones humanas. Por lo que había podido
observar, la existencia de los hombres se organizaba alrededor del trabajo, que
ocupaba la mayor parte de la vida, y se realizaba en organizaciones de
dimensión variable. Al final de los años de trabajo se abría un período más
breve, marcado por el desarrollo de diversas patologías. Algunos seres humanos,
durante el período más activo de su vida, intentaban además asociarse en
microagrupaciones, denominadas familias, cuya finalidad era la reproducción de
la especie, pero estas tentativas, casi siempre, daban un brusco viraje por
motivos relacionados con la “naturaleza del tiempo”, se decía él vagamente
compartiendo un café exprés con su amante…
Pg. 92-93 “El mapa y el territorio”
Michel Houellebecq
Quien reseña no está capacitado para juzgar si El mapa y el
territorio merecía ganar el Goncourt, entre otras cosas porque doctores tiene
la iglesia y el mercado editorial recetas para dilucidar estas cuestiones tan
manidas y que tanto sirven para rellenar párrafos sin ton ni son desde idiotas
controversias. Corten la vegetación. Michel Houllebecq tiene la extraña virtud
de adaptarse y desgranar el contexto con pasmosa facilidad. Lo ha vuelto a
hacer y seguirá repitiéndolo, no se preocupen. Es un antropólogo vestido de
cínico que en esta ocasión endosa un estupendo traje de madurez. Prescinde de
alardes efectistas, sienta cátedra en el sillón del presente imaginando el
futuro y solventa su asunto con elegancia. Relean la novela dentro de unos años
y comprenderán más y mejor su mensaje. Y no menosprecien la trascendencia de un
calentador, se lo ruego.
Jordi Corominas i Julián
http://corominasijulian.blogspot.com
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