Vivieron
varias semanas de felicidad (no era, no podía ser la felicidad exacerbada,
febril, de los jóvenes, para ellos ya no se trataba de explotarse la cabeza ni
de despedazarse gravemente durante un fin de semana; era ya –pero todavía
estaban en edad de divertirse- la preparación para esa felicidad epicúrea,
apacible, refinada sin esnobismo, que la sociedad occidental propone a los
representantes de sus clases medias-altas). Se habituaron al tono teatral que
adoptan los camareros de los establecimientos de varias estrellas para anunciar
la composición de los aperitivos y otros abrebocas; también a la forma elástica
y declamatoria con que exclamaban, a cada cambio de plato, ¡Buena continuación
señoras y caballeros! Y que a Jed le recordaba aquel ¡Buena celebración!...
El mapa y el territorio
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