domingo, 24 de marzo de 2013

¿cuándo se había echado a perder?

Una botella de aguardiente iluminaba la cocina vacía con la lámpara votiva de una felicidad de cirrosis. Con la ropa desparramada en el suelo, el médico aprendía que la soledad personal posee el gusto ácido del alcohol sin amigos, bebido a morro, apoyado en el zinc del fregadero. Y acababa concluyendo, al volver a poner el tapón con una palmada, que se asemejaba al camello que rellena su joroba antes de la travesía por un largo paisaje de dunas que habría preferido no conocer nunca.
                Memoria de elefante, Lobo Antunes
 
Pero él, él, ÉL, ¿cuándo se había echado a perder? Hojeó rápidamente su niñez desde el septiembre remoto del fórceps que lo había expulsado de la paz de acuario uterina a la manera de quien arranca un diente sano de la comodidad de la encía, se detuvo en los largos meses de Beira iluminados por la bata floreada de la abuela, crepúsculos en el balcón sobre la sierra oyendo el fulgor blando de la fiebre monótona de los cortones, campos en declive marcados por las líneas de las vías del tren idénticas a venas salientes en el dorso de la mano…
                Memoria de elefante, Lobo Antunes

No hay comentarios:

Publicar un comentario