sábado, 30 de marzo de 2013

ebrios de discursos...

… Le asombraba que aquellos seres mercantes, siempre fieles a la buena educación, dueños de carpetas obesas que llevaban dentro el secreto capaz de transformar a jorobados raquíticos en campeones de triple salto, le dedicasen en abundancia atenciones de Reyes Magos portadores de preciosas ofertas de calendarios de plástico a favor de los preservativos antisífilis Donald, el enemigo público número uno del crecimiento demográfico, suave al tacto y con una corona de pelitos afrodisíacos en la base, de juegos de ajedrez en cartulina elogiando discretamente en todas las casas los méritos del jarabe para la memoria Einstein (tres sabores: fresa, piña y filete de lomo), y de pastillas efervescentes que frenaban las diarreas pero soltaban las riendas de la acidez, obligando a los enfermos de los intestinos a preocuparse por los ardores de estómago, maniobra de distracción con que lucraban las botellitas de agua mineral bebidas a pequeños sorbos terapéuticos en las barras de las cafeterías. Los doctores se desprendían de sus encerronas feroces tambaleando bajo el peso de prospectos y de muestras, ebrios de discursos erizados de fórmulas químicas, de posologías y de efectos secundarios, y varios caían exhaustos después de avanzar treinta o cuarenta metros, desparramando a su alrededor los perdigones de píldoras del último suspiro. Un criado indiferente barría sus restos clínicos hacia la fosa común de un cubo de basura abollado, farfullando baladas fúnebres de sepulturero.
                Memoria de elefante, Lobo Antunes
 

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