-Usted se encuentra (obsérveme bien), para su felicidad y
para mi infelicidad, ante el mayor espeleólogo de la depresión: ocho mil metros
de profundidad oceánica de la tristeza, negrura de aguas gelatinosas sin vida
salvo algún que otro repugnante monstruo sublunar con antenas, y todo esto sin
batiscafo, sin escafandra, sin oxígeno, lo que significa, obviamente, que
agonizo
Memoria
de elefante, Lobo Antunes
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