lunes, 28 de enero de 2013
domingo, 27 de enero de 2013
promesa de un teorema cinefilo-cosmogónico
Copio y pego del blog de parturientmontes.blogspot.com
India, de Roberto Rossellini
JLG
A la espera de un estudio más detallado, algunas palabras para salir del paso: India es un film de un técnico del cine, el único film de técnico presentado en Cannes, junto con Hiroshima mon amour. Los otros, Nazarín y Los cuatrocientos golpes, eran films de aventureros del celuloide. India es lo contrario de Orfeu Negro, en el sentido de que el film de Rossellini sería hermoso aun cuando hubiera sido rodado en Joinville. Pero eso no tiene importancia porque, tal como dice cierto libro sapiencial: "La verdad está en todo, incluso, parcialmente, en el error." Ese 'parcialmente' me parece sublime; lo explica todo. Explica que el campo con el tigre sea un 16mm expandido, y que el contracampo con el viejo esté en 35mm. India va a contrapelo de todo el cine habitual: la imagen es apenas el complemento de la idea que la provoca. India es un film de una lógica absoluta, más socrático que Sócrates. Cada imagen es bella, pero no porque sea bella en sí, como un plano cualquiera de Que viva México, sino porque ella es el esplendor de lo verdadero, y porque Rossellini parte de la verdad. Allí donde los otros llegarán -si es que llegan- dentro de veinte años, el ya no está, ha partido. India engloba al cine mundial tal como las teorías de Riemann y Planck a la geometría y la física clásicas. En un próximo número probaré por qué India es, por sí sola, la creación de un mundo.
JLG
A la espera de un estudio más detallado, algunas palabras para salir del paso: India es un film de un técnico del cine, el único film de técnico presentado en Cannes, junto con Hiroshima mon amour. Los otros, Nazarín y Los cuatrocientos golpes, eran films de aventureros del celuloide. India es lo contrario de Orfeu Negro, en el sentido de que el film de Rossellini sería hermoso aun cuando hubiera sido rodado en Joinville. Pero eso no tiene importancia porque, tal como dice cierto libro sapiencial: "La verdad está en todo, incluso, parcialmente, en el error." Ese 'parcialmente' me parece sublime; lo explica todo. Explica que el campo con el tigre sea un 16mm expandido, y que el contracampo con el viejo esté en 35mm. India va a contrapelo de todo el cine habitual: la imagen es apenas el complemento de la idea que la provoca. India es un film de una lógica absoluta, más socrático que Sócrates. Cada imagen es bella, pero no porque sea bella en sí, como un plano cualquiera de Que viva México, sino porque ella es el esplendor de lo verdadero, y porque Rossellini parte de la verdad. Allí donde los otros llegarán -si es que llegan- dentro de veinte años, el ya no está, ha partido. India engloba al cine mundial tal como las teorías de Riemann y Planck a la geometría y la física clásicas. En un próximo número probaré por qué India es, por sí sola, la creación de un mundo.
Publicado en Cahiers du Cinéma nº 96, junio 1959
viernes, 25 de enero de 2013
el dolor
Han colocado un cartel de cine en
una habitación. La persona que entra ofrece gratuitamente su opinión. Le gusta
o no le gusta. El color, el paisaje y la luminosidad que tiene es lo que
inclina su opinión hacia el buen o mal gusto. El título, la obra que
representa, la época o la actriz no le supone ni dice nada.
Sólo el color, las lilas, las rosas, el río que surge al fondo.
Es difícil que una persona así
pueda ser mi amiga un día. Es difícil que me pueda ver en lo que soy.
Puede ser que escriba guías de
viaje cutres, pero fui un profesor inspirado. Podía conducirlos como mansas
ovejas a lo largo de los setos espinosos de la sintaxis y de la gramática,
podía hacer que el carro del Sol se precipitara de manera que pareciera que
toda la clase estaba ardiendo, y podía –y eso lo hice ese día- hacer morir a
Sócrates con una dignidad que ellos no olvidarían nunca en su corta o larga
vida…
La
historia siguiente, Cees Nooteboom
El dolor tiene que estar grabado en las líneas de tu rostro
y no en tu memoria”.
La historia siguiente, Cees Nooteboom
jueves, 24 de enero de 2013
envilecimiento
-Pues bien –seguí con la misma
rabia-, Joyce también interpretó la Odisea a la manera moderna, y en su obra de
modernización, es decir, de envilecimiento, de reducción, de profanación, aún
fue más lejos que usted, querido Rheingold… Hizo de Ulises un cornudo, un
onanista, un holgazán, un veleidoso, un incapaz; y de Penélope, una prostituta
notoria… Y Eolo se convierte en la redacción de un periódico; el descenso a los
infiernos, en el funeral de un compadre de taberna; Circe, en la visita a
burdel, y el retorno a Itaca, en la vuelta a casa, de madrugada, por las calles
de Dublín, no sin una parada para mear en una esquina… Pero por lo menos Joyce
tuvo la delicadeza de dejar de lago al Mediterráneo, al mar, al sol, a las
inexploradas tierras de la antigüedad…. Todo esto lo trasladó a los caminos
enlodados de una ciudad del norte, a las tabernas, a los burdeles, a las
alcobas, a los reservados… Nada de sol, nada de mar, nada de cielo; todo es
moderno, es decir, todo rebajado, envilecido, reducido a nuestra miserable
estatura… Usted no tiene la discreción de Joyce, en cambio… Así que yo, entre
usted y Battista, repito que prefiero a Battista con todo su cartón piedra… Sí,
prefiero a Battista… Quería usted saber por qué no quiero hacer el guión: pues
bien, ya lo sabe.
“El
desprecio”, Alberto Moravia
domingo, 20 de enero de 2013
sobrecogedores
En el argot taurino y teatral se
llamaba “sobrecogedores” a los
críticos venales que, a cambio de un sobrecico
bien repleto de
billetes, cantaban las loas del torero o actor de moda. Ahora
nos
enteramos que el que fuera tesorero o garduña del Partido
Popular, Luis
Bárcenas, tenía también una cohorte de
“sobrecogedores”, a los que repartía
unos sobrecicos de dinero
negro con los que premiaba, ya que no sus venalidades
encomiásticas, su silencio cómplice, y quién sabe si su
participación en las
trapisondas que iban engordando sus
ahorrillos en Suiza…
En
el ABC, 19-1-2013, El ángulo oscuro, “Que cada palo
aguante su vela”, Juan
Manuel de Prada
RAE: sobrecogedor,
ra.
1. adj. Que sobrecoge.
2. m. ant. recaudador.
garduño, ña.
(De garduña).
1. m. y f. coloq. Ratero que hurta con maña y disimulo.
venal2.
(Del lat. venālis, de venum, venta).
1. adj. Vendible o expuesto a la venta.
2. adj. Que se deja sobornar con dádivas.
ángel de la guarda
… La vista, y acto seguido la mano,
se dirigieron a un cenicero de cristal macizo que había sobre la mesa. Sin
duda, ella pensó que quería matarla, porque dio un chillido de espanto y se
tapó la cara con el brazo. Pero mi ángel de la guarda veló por mí: ignoro cómo
logré dominarme. Dejé el cenicero de nuevo sobre la mesa y salí de la sala.
El
desprecio, Alberto Moravia
lunes, 14 de enero de 2013
el dolor
… y el dolor no procede de los
bienes de los que uno se ve privado
sin haberlos experimentado, sino de aquel
del que uno ha sido
desposeído una vez habituado a él…
Discurso fúnebre de Pericles,
(Historia de la guerra del
Peloponeso, Tucídides)
discurso
… Amamos la belleza con sencillez y
el saber sin relajación. Nos servimos de la riqueza más como oportunidad para
la acción que como pretexto para la vanagloria, y entre nosotros no es un
motivo de vergüenza para nadie reconocer su pobreza, sino que lo es más bien no
hacer nada por evitarla. Las mismas personas pueden dedicar a la vez su
atención a sus asuntos particulares y a los públicos, y gentes que se dedican a
diferentes actividades tienen suficiente criterio respecto a los asuntos
públicos. Somos, en efecto, los únicos que a quien no toma parte en esos
asuntos lo consideramos no un despreocupado, sino un inútil; y nosotros en
persona cuando menos damos nuestro juicio sobre los asunto, o los estudiamos
puntualmente, porque, en nuestra opinión, no son las palabras lo que supone un
perjuicio para la acción, sino el no informarse por medio de la palabra antes
de proceder a lo necesario mediante la acción. También nos distinguimos en
cuanto a que somos extraordinariamente audaces a la vez que hacemos nuestros
cálculos sobre las acciones que vamos a emprender, mientras que a los otros la
ignorancia les da coraje, y el cálculo, indecisión. Y es justo que sean
considerados los más fuertes de espíritu quienes, aun conociendo perfectamente
las penalidades y los placeres, no por esto se apartan de los peligros. También
en lo relativo a la generosidad somos distintos de la mayoría, pues nos ganamos
los amigos no recibiendo favores, sino haciéndolos. Y quien ha hecho el favor
está en mejores condiciones para conservar vivo, mediante muestras de
benevolencia hacia aquel a quien concedió el favor, el agradecimiento que se le
debe. El que lo debe, en cambio, se muestra más apagado, porque sabe que
devuelve el favor no con miras a un agradecimiento sino para pagar una deuda.
Somos los únicos, además, que prestamos nuestra ayuda confiadamente, no tanto
por efectuar un cálculo de la conveniencia como por la confianza que nace de la
libertad…
Discurso
fúnebre de Pericles, (Historia de la guerra del Peloponeso, Tucídides)
Copio y pego de:
Tucídides nació aproximadamente 460 a .C. y murió 400 a .C.
Participó en la guerra que su obra clásica relata. La guerra del Peloponeso.
Este célebre discurso aparece en el Libro II de dicha obra.
El Discurso Fúnebre de Pericles, pronunciado el año 431 a
.C. en el Cementerio del Cerámico, en Atenas, es uno de los más altos
testimonios de cultura y civismo que nos haya legado la Antigüedad. Por de
pronto, es mucho más que un mero discurso fúnebre. Las exequias de las víctimas
del primer año de la guerra contra Esparta le brindan a Pericles la oportunidad
de definir el espíritu profundo de la democracia ateniense, explayándose sobre
los valores que presiden la vida de sus conciudadanos y que explican la
grandeza alcanzada por su ciudad. El discurso no es, por cierto, trascripción
fiel de lo efectivamente dicho por el político y orador ateniense, sino la
verosímil recreación de su contemporáneo, el historiador Tucídides, que lo
incorporó al relato de sus Historias (II, 35-46), donde se narran las guerras
entre Atenas y los peloponesios. También es claro, por otra parte, que en esta
pieza no hay una cabal exactitud histórica en la descripción de Atenas, cuya
realidad aparece idealizada. Pero todo esto, en última instancia, es
irrelevante para la historia. Al menos, para la historia espiritual. Lo que a
ésta le importa, en rigor, no es tanto saber lo que de hecho Atenas fue, sino
más bien lo que ella creía ser.
Es preciso que el lector sepa que este discurso fue escrito
por Tucídides bastantes años después de que fuera pronunciado y cuando ya
Atenas había sido derrotada. Así, más que el discurso fúnebre de Pericles a los
caídos durante el primer año de la guerra, éste es el discurso fúnebre de
Tucídides a la Atenas vencida que, aunque humillada en su derrota, se levantaba
ya como un paradigma universal su cultura cívica. El panegírico a los muertos
en combate, pues, aparece casi como un pretexto para abordar el elogio de la
gloriosa Atenas antigua y hacer la defensa de la eternidad de su patrimonio.
sábado, 12 de enero de 2013
Palinuro
Cuando Melville hace que el
narrador de Moby Dick se imagine cómo perderá el equilibrio en un momento de
ensoñación y caerá “a través de ese aire transparente en el mar de estío”, está
volviendo a contar el libro V de la Eneida, en el que el piloto Palinurus, que
ha “cerrado sus Embriagados Ojos” bajo el influjo del dios del sueño, se hunde
en el océano y se ahoga.
Pg.
169-170 Melville, Andrew Delbanco
Y hacia ti, Palinuro, se dirige
portador de visiones
funestas para ti, libre, ¡ay! De
culpa. Y toma asiento el dios en la alta popa
bajo la misma traza de Forbante. Y
musita su boca estas palabras:
“¡Palinuro, hijo de Jaso, el mar
impulsa las naves por sí solo.
Las brisas soplan sosegadas con
serena lisura. La hora invita al descanso.
Reclina la cabeza y sustrae ya al
trabajo tus ojos fatigados.
Yo mismo me pondré por un rato en
tu lugar y haré tu menester”.
Sin atreverse a alzar del todo
hacia él los ojos, Palinuro le responde:
“¿Qué deje de mirar la cara al mar
en calma y a las olas serenas
me mandas? ¿Qué me fie de ese
monstruo? ¿Voy a entregar a Eneas
-pero por qué- a las tretas de los
vientos y al cielo
después que tantas veces me ha
burlado su apariencia serena?”
Decía esto y asiéndose al timón
Pegándose a él, no lo apartaba de
sí y sus ojos seguían fijos en las estrellas.
Sacude el dios entonces en sus
sienes un ramo húmedo del rocío del Leteo,
Impregnado del poder soporífero de
la laguna Estigia,
y a pesar de su esfuerzo le relaja
sus pupilas fluctuantes.
Apenas empezaba a distender sus
miembros
un súbito sopor, cuando cargando el
dios sobre él,
lo precipita de cabeza en las
diáfanas ondas
con el timón y parte de la borda
que arranca en su caída
mientras en vano llama a sus
compañeros una vez y otra vez.
Y el dios se alza a la altura
volandero por el aire delgado.
Con no menor seguridad apresura la
flota su marcha por el mar,
según lo prometido por el padre
Neptuno navega sin temor.
Y ya mar adelante se iban
aproximando a los escollos
de las Sirenas, arduos de atravesar
en otro tiempo. Blanqueaban los huesos
de numerosas víctimas. A lo lejos
resonaba el embate incesante de las olas
cuando el caudillo advierte que la
nave sin piloto navega a la deriva.
Él mismo con su mano la guía por
las sombras de las olas
entre gemidos incesantes conmovido
en el alma por la suerte de su amigo:
“¡Ay, demasiado crédulo en el cielo
sereno y en la calma del mar,
yacerás, Palinuro, sin tierra que
te cubra, sobre ignorada playa!”
Libro
V, Eneida
(El sueño era hijo de Érebo, dios
del Infierno, y de la Noche. En el episodio asistimos a su venganza de las
largas vigilias del timonel Palinuro…
Nemo, Bartleby
… su ignominado jefe … Es una
versión del flemático narrador del relato de Poe “El hombre de negocios”, de
1840 (Soy un hombre de negocios. Un hombre metódico. De método es de lo que se
trata, después de todo), al que uno se encuentra tan a menudo en las piezas
para revistas de Washington Irving o de George W. Curtis (director de Putnam
´s): un esponjoso caballero que absorbe un incidente por la mañana y lo guarda
para hacer con él una viñeta que poder ofrecer a sus compañeros del club entre
cigarros y brandy…
Si Melville había encontrado
modelos para su abogado en la literatura y en la vida, también los tenía en
mente para los escribanos. Uno de los personajes secundarios en Casa desolada,
que había sido publicada en serie en Harper ´s en los meses anteriores a que
Melville escribiese Bartleby, es un flaco y enfermizo copista a quien Dichens
da el delator nombre latino de Nemo (Nadie), que revela su dispensabilidad,
pues hay un centenar de hombres haciendo fila para ocupar su puesto…
viernes, 11 de enero de 2013
hijos de Adán
Por primera vez en
mi vida me asaltó un sentimiento de abrumadora melancolía. Antes sólo había
experimentado tristezas no del todo desagradables. Pero el vínculo humano me
arrastraba irresistiblemente al abatimiento. ¡Una melancolía fraternal! Pues
ambos, Bartleby y yo, éramos hijos de Adán…
Bartleby, el escribiente,
Melville
miércoles, 9 de enero de 2013
sensibilidad camp
Un modo de
encontrarle sentido a Pierre es considerarlo como un adelanto decimonónico de
la sensibilidad camp que alcanzaría su apogeo más de cien años después en la
cultura del siglo XX…
Pierre es un libro
echado a perder. Aunque su héroe puede pasar por un pariente del capitán Ahab (“Vaya”,
chilla Pierre después de leer la carta de Isabel, “¡atravesaré tu yelmo con mi
golpe y descubriré tu cara, así sea la de una de la Gorgonas! Desgarraré los
velos de todos los ídolos; desde hoy veré todas las cosas ocultas…”), hay una
absurda desproporción entre su abovedada emoción y las circunstancias que la
encienden. Pierre es un Ahab camp.. Melville nunca lleva a la primera línea el
motivo por el que Pierre le declara la guerra al mundo, de ahí que Pierre se
queda en una obra en la que, como T.S Eliot dijo con expresión célebre acerca
de Hamlet, “la emoción excede a los hechos tal como aparecen”, y ésa s la razón
por la que la mayoría de los lectores intentaron identificar alguna emoción
secreta que necesitaba de explicación.
Pg. 264 Andrew Delbanco,
Melville
De la wiki:
Camp es un tipo de sensibilidad estética del arte popular que basa su atractivo en el humor, la ironía y la exageración. El camp es una corriente artística relacionada con las formas del arte kitsch, considerado como una copia inferior y sin gusto de estilos existentes que tienen algún grado de valor artístico reconocido.[1] Suelen identificarse sus cualidades atractivas bajo los parámetros de la banalidad, la vulgaridad, la artificialidad, el humorismo, la ostentosidad y el carácter afeminado. En el habla inglesa, suelen aplicarse los adjetivos de campy o cheesy a expresiones culturales que tienen cualidades de la estética camp.
martes, 8 de enero de 2013
Beatriz Cenci
En aquel momento
estaba admirando sin mover un músculo una copia más que tolerable ) la única
pieza, además de la ya mencionada, digna de alabanza) de la más dulce,
conmovedora y al mismo tiempo temible de las cabezas femeninas imaginables; la
de Beatriz Cenci, por Guido. El carácter prodigioso de dicha cabeza estriba
quizás en un sugestivo y sorprendente contraste, más o menos análogo con su
aspecto a aquel otro a veces visible en las exóticas doncellas de países
tropicales, consistente en la coincidencia de dulces ojos azules –armonizando con
una tez extremadamente pálida- con un pañuelo azabachado que recuerda a un velo
funerario. Aunque en el lienzo de Guido los ojos claros y la
piel blanca de la Cenci estén coronados por una melena dorada que le da al
conjunto una estricta naturalidad física, la anomalía acaso imaginaria del
dulce serafín rubio queda sugerida por un doble marco del rostro y parte del
cabello: un crespón negro de luto por dos crímenes, de los que en un caso es
objeto y en el otro agente, que cabe considerar como lo más terribles que pueda
concebir un ser humano civilizado: el incesto y el parricidio.
Pierre o las ambigüedades, Melville
http://es.wikipedia.org/wiki/Beatrice_Cenci
lunes, 7 de enero de 2013
de vez en cuando, al mediodía...
He hablado de mi segundo, o mejor dicho, tercer lugar que guarda más
recuerdos del pasado, tal y como se me apareció en un principio; eso significa
que me he referido a las personas que moraban en aquella casa de acuerdo con la
primera impresión que, según mi memoria, recibí al conocerlas. Viví en aquella
comunidad varios años –cinco, seis, quizá siete- y durante la época allí transcurrida todo
cambió a mis ojos, porque aprendí más, si bien siempre de una forma nebulosa.
Algunos de sus ocupantes la abandonaron; las sonrisas de otros se transformaron
el lágrimas; hubo quien se pasaba el día enjugando estas últimas y mostrándose abatido. Unos pocos se
volvieron tan salvajes y violentos que fueron arrastrados por unos seres que
parecían mudos a un lugar subterráneo y profundo del que nunca supe nada en
concreto; pero no he olvidado los gritos desconsolados que se oían a través del
suelo, ni los gemidos y las caídas de resonancia metálica, como de hierro sobre
paja. De vez en cuando, al mediodía, traían a la casa féretros, que a los cinco
minutos eran transportados fuera de ella, pesando más que al entrar –o por lo
menos así me lo parecía-: pero nunca vi quién iban su interior. En una ocasión
observé como empujaban un ataúd de enormes dimensiones a través de una ventana
inferior tres hombres que no pronunciaron una sola palabra; al rato tiraron de
él por el mismo procedimiento y desaparecieron. Las personas invisibles que
abandonaban la casa de un modo tan extraño eran siempre reemplazadas por otras
asimismo invisibles que llegaban en carruajes cerrados. Algunos, vestidos con
harapos y andrajos, venían a pie, o mejor dicho eran impulsados por hombres a
caballo…
Pierre o las ambigüedades, Melville
invertir, un oscuro y loco misterio
La Verdad
entusiasta, la Seriedad y la Independencia conducen a toda mente preparada por
la naturaleza para el pensamiento profundo e intrépido a regiones hiperbóreas
donde los objetos se ven bajo una luz dudosa, incierta y refractaria. Al ser
contempladas a través de esa atmósfera enrarecida, las máximas aceptadas con carácter
más inmemorial por el género humano empiezan a resbalar, a fluctuar, quedando
por fin invertidas de principio a fin. El mismísimo cielo no es ajeno a este
efecto de aturdimiento y confusión, ya que es sobre todo en su seno donde
aparecen estos espejismos prodigiosos.
Pierre o las ambigüedades, Melville
Pierre o las ambigüedades, Melville
domingo, 6 de enero de 2013
hombre instruido y abdicación
Pero el primo Ralph
era un hombre instruido y poco hablador; por lo tanto desconocía qué es lo
adecuado y qué lo inútil en el gran mundo, razón por lo que no se habría
sentido en absoluto mortificado si tu padre se hubiese casado con la joven
refugiada.
Pierre o las ambigüedades, Melville
En nuestra época de
madurez el mundo nos da un barniz similar a un baño de oro, en el que
intervienen como componentes mil muecas, comportamientos adecuados y pulidas
finezas; es entonces, Pierre, cuando en cierto sentido abdicamos de nosotros
mismos y nos impregnamos de otro yo que no es el auténtico. Durante la juventud
somos, pero con el tiempo acabamos por parecer…
sábado, 5 de enero de 2013
creer en cosas
Para mí no hay una
relación directa causa-efecto entre el tiempo de la película y el imaginario
que convoca, que puede ir desde el romanticismo del siglo XIX al cine clásico
de los cuarenta o cincuenta. Tienen en común que ya desaparecieron: el cine, la
sociedad… En ningún momento se me pasó por la cabeza asociar un tipo de cine
con el tiempo en el que se desarrolla la historia. No existe el Monte Tabú, ni
Aurora, ni Gian Luca Ventura; no es Angola ni Mozambique. De ahí que pueda ser
completamente infiel en el campo histórico. El cine también sirve para estas
cosas, como la de utilizar una versión de los Ramones de los años ochenta con
una canción de las Ronettes de los sesenta. O que en pleno siglo XIX los
porteadores del prólogo vistan ropas de Nike o los niños de una aldea africana
de los años setenta lleven camisetas de Obama. El equipo me preguntaba si
deberíamos quitárselas y yo les decía: “Claro que no”. Porque el cine propone
un pacto con el espectador, y ese pacto no pasa por fingir que estamos en un
tiempo histórico determinado por el vestuario de época. El cine nos propone
algo muy bello: creer en cosas en las que supuestamente no creemos. Es decir,
mostrarnos los artificios y, al mismo tiempo, conseguir que nos emocionemos con
esos artificios, razón por la que estoy a favor de no esconderlos.
Entrevista a Miguel Gomes, por
Jaime Pena, en la revista Caimán de Enero de 2013.
miércoles, 2 de enero de 2013
Flebas el fenicio
IV MUERTE POR AGUA
Flebas el Fenicio,
muerto hace dos semanas, olvidó
el grito de las gaviotas,
y la mar profunda y agitada,
olvidó las pérdidas
y las ganancias.
Una corriente
bajo el mar
recogió sus huesos
entre susurros. En levantarse
y caer pasó las
etapas de vejez y juventud
entrando en el
remolino.
Gentil
o judío
¡Oh! Tú que llevas el timón y miras a barlovento,
ten presente a
Flebas, como tu, antaño hermoso y esbelto.
“La tierra baldía” T. S. Eliot
antes de la Razón
Para Trías la Razón
será siempre subsidiara de algo previo que necesariamente estará antes que
ella: el dato de la pura existencia que se percibe empírica y afectivamente por
medio del asombro. El inicio no está jamás en el propio movimiento de la Razón,
sino en el dato que se impone como una experiencia que es anterior y
fundamental. “El carácter del dato del comienzo –escribe- (…) debe proceder de
una fuente de conocimiento que es la única a través de la cual puede ese dato
presentarse. Esa fuente es la experiencia. La filosofía ha de partir de un dato
empírico si no quiere incurrir en su peor vicio: la abstracción vacía e inane.
Ese dato de experiencia debe venir impuesto. Debe despejar, por su sola
presencia, todo asomo de duda o perplejidad respecto a su pertinencia. Debe ser
un dato que posea carácter de obviedad (Trías, 1999, 32). Hay pues algo previo
y original que se impone como obvio y como incuestionable, algo que, valga
decirlo así, da lugar al despliegue del movimiento histórico. Y eso previo, que
es aprehendido de modo afectivo o emocional y que es, por tanto, anterior a
toda Razón, es el dato mismo del hecho de existir.
La obra de arte como
experiencia del límite. Una aproximación estética al pensamiento de Eugenio
Trías, por Javier Fuentes Feo (Revista de Occidente, Octubre 2008)
Hercules Seghers
martes, 1 de enero de 2013
la plena realización del yo
La vida se perfila
como suma de decisiones irrevocables y entregas irreversibles. La sabiduría
upanishádica no concibe la vida como una forma de tener, sino de ser. El yo no
es lo que posee ni se identifica con las ganancias acumuladas en su pasado. No
sobrevive a través de los méritos mencionados en los obituarios, “en las
memorias tejidas por la benéfica araña”, o de sus posesiones, transmitidas en
legados cuyos sellos abre “el flaco notario”. Tener no es la premisa del ser, a
pesar de los valores tangibles profesados por “un siglo de prudencia”. El
sentido de identidad no radica en el “yo soy lo que tengo”, sino en el “soy lo
que doy”. La plena realización del yo no se alcanza a través de una relación de
posesión, sino en el amor que anula el deseo de tener y que cobra realidad en
el acto de dar: “por esto, y sólo por esto, hemos existido” en “la terrible
osadía de un momento de entrega/ que un siglo de prudencia jamás podrá revocar”…
Pg. 164 del análisis de la Tierra
Baldía. Edición Cátedra.
límite
El límite es
intrínsecamente identidad y diferencia, algo que remarca al describirlo como un
signo de puntuación: /, que a la vez escinde lo que queda a cada lado y, al
mismo tiempo, reúne ambos elementos (Trías, 2001, 92). El límite es aquello que
sutura a la vez que escinde un aquí de un allí, esto es, aquello que escinde y
unifica el Mundo de la Nada, o la Razón y el Sentido de la Sinrazón y el
Sinsentido. El límite establece, y esto es lo fundamental, que ambos cercos
tienen igual estatuto de prioridad ontológica, establece que ninguno de los dos
es más verdadero que el otro, pues tanto la certeza de lo presente (como mundo)
como su ausencia (como fundamento en falta) son necesarias e irreemplazables…
La obra de arte como experiencia
del límite. Una aproximación estética al pensamiento de Eugenio Trías, por
Javier Fuentes Feo (Revista de Occidente, Octubre 2008)
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