-Pues bien –seguí con la misma
rabia-, Joyce también interpretó la Odisea a la manera moderna, y en su obra de
modernización, es decir, de envilecimiento, de reducción, de profanación, aún
fue más lejos que usted, querido Rheingold… Hizo de Ulises un cornudo, un
onanista, un holgazán, un veleidoso, un incapaz; y de Penélope, una prostituta
notoria… Y Eolo se convierte en la redacción de un periódico; el descenso a los
infiernos, en el funeral de un compadre de taberna; Circe, en la visita a
burdel, y el retorno a Itaca, en la vuelta a casa, de madrugada, por las calles
de Dublín, no sin una parada para mear en una esquina… Pero por lo menos Joyce
tuvo la delicadeza de dejar de lago al Mediterráneo, al mar, al sol, a las
inexploradas tierras de la antigüedad…. Todo esto lo trasladó a los caminos
enlodados de una ciudad del norte, a las tabernas, a los burdeles, a las
alcobas, a los reservados… Nada de sol, nada de mar, nada de cielo; todo es
moderno, es decir, todo rebajado, envilecido, reducido a nuestra miserable
estatura… Usted no tiene la discreción de Joyce, en cambio… Así que yo, entre
usted y Battista, repito que prefiero a Battista con todo su cartón piedra… Sí,
prefiero a Battista… Quería usted saber por qué no quiero hacer el guión: pues
bien, ya lo sabe.
“El
desprecio”, Alberto Moravia
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