lunes, 7 de enero de 2013

de vez en cuando, al mediodía...


He hablado de mi segundo, o mejor dicho, tercer lugar que guarda más recuerdos del pasado, tal y como se me apareció en un principio; eso significa que me he referido a las personas que moraban en aquella casa de acuerdo con la primera impresión que, según mi memoria, recibí al conocerlas. Viví en aquella comunidad varios años –cinco, seis, quizá siete-  y durante la época allí transcurrida todo cambió a mis ojos, porque aprendí más, si bien siempre de una forma nebulosa. Algunos de sus ocupantes la abandonaron; las sonrisas de otros se transformaron el lágrimas; hubo quien se pasaba el día enjugando estas últimas  y mostrándose abatido. Unos pocos se volvieron tan salvajes y violentos que fueron arrastrados por unos seres que parecían mudos a un lugar subterráneo y profundo del que nunca supe nada en concreto; pero no he olvidado los gritos desconsolados que se oían a través del suelo, ni los gemidos y las caídas de resonancia metálica, como de hierro sobre paja. De vez en cuando, al mediodía, traían a la casa féretros, que a los cinco minutos eran transportados fuera de ella, pesando más que al entrar –o por lo menos así me lo parecía-: pero nunca vi quién iban su interior. En una ocasión observé como empujaban un ataúd de enormes dimensiones a través de una ventana inferior tres hombres que no pronunciaron una sola palabra; al rato tiraron de él por el mismo procedimiento y desaparecieron. Las personas invisibles que abandonaban la casa de un modo tan extraño eran siempre reemplazadas por otras asimismo invisibles que llegaban en carruajes cerrados. Algunos, vestidos con harapos y andrajos, venían a pie, o mejor dicho eran impulsados por hombres a caballo…

                Pierre o las ambigüedades, Melville

No hay comentarios:

Publicar un comentario